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• Lara •


Resaca. También conocida como mi kriptonita.

Se siente como si hubiese un hacha plantada en mi cabeza, el dolor en mi cráneo se desploma y fluye como una marea fría, hinchándose como un globo que se desinfla solamente un momento después. Entendí por que la llaman resaca; se siente como si las mas negra de las nubes estuviese encima de cabeza sin intención de irse.

Tenia la esperanza de hacer un poco de turismo por el día, pero sabia que no podía. El dolor de cabeza no me lo permitiría.

Empujando el brazo que pertenecía a William, me levante para abrir las cortinas. Si yo tenía dolor, entonces todos lo tendrían. Además, sé que, si no me levanto entonces, no habría posibilidad de tener una ducha antes de salir. El entrenador nos hizo tener cuatro personas en una habitación de dos camas, por lo que nos vimos obligados a compartir cama con un compañero de equipo. No me importaría si no me hubiese tocado con William, el cerdo en la cama.

- ¿Saben ustedes lo caro que son los hoteles en Cancún? -el entrenador había dicho cuando nos asignaba nuestras habitaciones-. Malditamente caro, así que por eso compartirán cama.

Tan pronto como aparte las cortinas de la habitación de hotel y el cálido resplandor del sol de la mañana brillo, naturalmente, hubo quejidos y gemidos de objeción de los muchachos todavía en las camas. Al segundo de que el sol golpeo mis ojos, me arrepentí. Mi cabeza latía y latía con recuerdos de la noche pasada y cerré las cortinas rápidamente.

Suspiré y me di cuenta de que he estado haciendo eso mucho últimamente. Suspiro cuando estoy frustrado con las estadísticas y no puedo darles sentido a los modelos químicos en el libro de texto, o cuando me siento en la clase de dos horas y me hundo en una ilusión sobre las cosas productivas que podría estar haciendo en su lugar, o cuando estoy confundido en las investigaciones de literatura que tratan de vencerme en el escritorio frente a mí.

Pero, últimamente no solo eran esas las causas de mis exhalaciones, también estaba Casandra Campos. Yo sabia que, a pesar de que vinimos a verla jugar a Cancún, esto no acabaría. Tenía la sensación de que no se iría de mi espacio, por desgracia.

El reloj digital de la mesita marcaba las nueve de la mañana. No tenia idea de lo que el entrenador había planeado para el día, pero lo que fuese sabia que iba a llamar a la puerta en cualquier momento.

Una almohada fue lanzada hacia mi desde David. La atrape en el aire y la lance de vuelta con el doble de fuerza.

Camine hacia mi mochila de lona y agarre mi pequeña cajita de Advil dándole gracias a mi yo del pasado por empacarlas, lance dos a mi boca y trague en seco. Entonces busque mi ropa para poder entrar a la ducha.

Antes de poder llegar el baño, hubo un golpe en la puerta, la abrí para revelar al entrenador Sebas. Era un hombre alto, de pescuezo largo y con una gorra de beisbol que cubría su cabello oscuro.

-Bueno, estas despierto -dijo de manera casual. Sonaba mas como un detalle que como un saludo-. Todos ustedes, mejor que estén preparados a las diez y media en el vestíbulo. ¡Hay un gran día por delante!

Hubo mas gemidos, que fueron bloqueados por la puerta del baño.









No íbamos de turismo, eso era seguro.

Teoría del JuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora