Lara
Hay dos lugares en el campus donde puedo estar libre y dejar que mi mente se relaje de cualquier cosa que pueda estar sucediendo en ese momento. El primer lugar es el campo de futbol. Había algo en patear el balón y escuchar el silbido de la red que pareció hacer que mi mente descansara. El segundo lugar era el gimnasio. El sonido del ruido de los discos chocando y la dulce satisfacción de sentirme bien mientras corría en la cinta o hacia cincuenta flexiones eran mi escape de la realidad.
O lo fue hasta que mi teléfono sonó desde mi bolsillo y vi el identificador de llamadas.
Me quedé mirando el dispositivo durante unos segundos, preparándome para responder. Sabia que esta llamada vendría, fui yo quien lo provocó para que volviera a mi... pero aún así era difícil. Hace años que no hablo con él. Estaba bastante seguro de que nuestra última conversación terminó con un "jodete" o un "espero que te pudras en el infierno".
-¿Si? -finalmente respondí.
-Hola, hermano -respondió Diego monótonamente-. Mucho tiempo que no hablamos.
Escuchar su voz me hizo extrañar mi hogar. Eso era mentira, si tuviera la opción de no volver nunca mas a ese lugar, mi misión seria no volver a ver ese lugar nunca más. Lo que extrañe fueron los momentos felices antes de que las cosas se pusieran feas.
-Recibí tu mensaje -continuo Diego-. Es una petición extraña. ¿Puedo preguntar por qué?
Dude en responder-. Es para una compañera.
Diego se echó a reír y si estuviera en la misma habitación que él, le habría dado un puñetazo en la cara. Tenia el deseo de simplemente colgarle, pero necesitaba que me devolviera la llamada por una razón y no pensé que tuviera las agallas para volver a llamarlo. Esto fue algo único y después de que conseguí que Diego hiciera lo que yo quería, me sentí feliz de volver a ignorarnos el uno al otro.
-Ah, ahora lo entiendo -dijo Diego-. Estoy en shock, de verdad. Pensé que estarías en este agujero de sexo y alcohol para siempre, um, después de Alina...
Elegí ignorar su descuido al mencionar su nombre porque realmente necesitaba que esto sucediera, y pronto-. Hice algo de mierda y realmente necesito compensarlo de alguna manera.
-Eso suena al Emilio que conozco. Jodido y tan desesperado por recuperar a la chica que incluso hablarías con tu propio hermano.
-Entonces, ¿puedes hacerlo?
-Puedo hacer lo que sea. Hablar con Mateo es la parte fácil; lo difícil es encontrarlo cuando está de buen humor. Me lo debes.
Jonathan entro al gimnasio en ese momento, sosteniendo un periódico en sus manos.
-Me tengo que ir. Mantenme informado. Cuanto antes mejor -colgué antes de que pudiera decir algo más, guardé el teléfono en mi bolsillo nuevamente y lo dejé a un lado.
Jonathan me arrojo el periódico.
-Pagina nueve -dijo con severidad y tomó asiento en el banco frente a mí-. Es la Guarida del Borrego y realmente creo que deberías echarle un vistazo.
Tomando el periódico. Hojeé las paginas hasta llegar a la correcta y la leí rápidamente. Recordé que el domingo pasado una niña pequeña se me acercó en la biblioteca y me preguntó si podía entrevistarme para el periódico de la escuela. No me di cuenta de que saldría tan pronto.
En la parte superior de la pagina estaba el titular: "Por amor al juego" y debajo había una foto de Casandra y mía juntos con amplias sonrisas en nuestros rostros. La imagen era de uno de nuestros primeros partidos juntos, antes de que las cosas se complicaran. Debajo de la imagen estaba el subtítulo: "¿Tarjetas rojas y luz verde?
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Teoría del Juego
Ficção Adolescente"No se permiten relaciones o serán expulsados definidamente del equipo" Casandra Campos, una atrevida idealista y feminista que solo quiere entrar al equipo de sus sueños. Por eso cuando se le presenta la oportunidad de salir de su ciudad natal par...