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• Campos •

La medianoche del sábado, o domingo según como lo miren, por fin estaba diciendo que me iba a Monterrey. Aunque empezaba a darme cuenta de que realmente me iba, era muy, muy difícil de entender. Quiero decir pasar de un lugar en el que crecí con clima húmedo y playas a un lugar que hace mucho frio y a muchos kilómetros de distancia de mis amigos y mi familia, por un momento me parecía un gran error. Y tal vez lo era, pero no lo sabría si me quedaba en Cancún. Ya era hora de que tomara algunos riesgos.

Todas mis maletas estaban empacadas, todos los documentos para la transferencia fueron firmados, mi examen físico con el medico de la familia me dio el visto bueno para jugar con los niños, estaba listo y lo único que quedaban eran las despedidas (algo que he estado temiendo desde el momento en que colgué con el entrenador Medina hace tres días).

Suspire pesadamente, mirando alrededor de mi habitacion por última vez.

El reloj avanzaba hacia mi partida cuando agarre mi bolso de mano. Mis amigos y mi abuela me estaban esperando afuera para despedirnos.

Apenas traspase el umbral cuando mi teléfono empezó a sonar. He recibido llamadas y mensajes de texto todo el día, de mis amigos y compañeras de equipo felicitándome y deseándome suerte. Incluso recibí un mensaje de Lucia diciendo que me iría genial en Monterrey. Ella tampoco dejo de incluir otra disculpa de unos días antes, pero ignoré su mensaje como hice con los otros.

No había hablado con Lucia desde que la sorprendí con Brando. Estaba segura de que ella estuvo en la practica de futbol ayer, pero no fui porque estaba ocupada con mi examen físico y empacando. La vi una vez en el pasillo de la uni, pero seguí mirando hacia adelante y no le di ni la hora del día. Estaba siendo dura, pero ¿podría sinceramente culparme?

Brandon también había estado arruinando mi teléfono, dejando mensajes de voz y mensajes de texto cursis. Incluso me arme de valor para poner a prueba mi fuerza de voluntad y escuche sus mensajes de vox, cada uno de ellos sonaba triste y desesperado, y siempre terminaba con un "te necesito" entrecortado. Pero esta vez no volví corriendo hacia él. Esta vez borré sus mensajes y seguí adelante.

Justo cuando mi teléfono estaba a punto de dejar de sonar, lo saqué de mi bolsillo y sonreí al contacto que aparecía.

-Oye, niña -dijo la entrenadora Sosa al receptor-. Solo te llamaba para desearte suerte.

Sonreí, feliz de escuchar a mi entrenadora-. Ni siquiera tendría esta oportunidad si no fuera por ti.

-Eso no es cierto -confeso-. Eres una jugadora de futbol increíble; te habrían elegido incluso si estuvieras en otro equipo.

-Si soy una jugadora increíble, ¿Por qué no me quedo aquí y espero lo mejor? -la desafié. Todavía tenia dudas sobre irme y casi me enfermaba pensar que probablemente siempre tendría esa duda... ¿y si me hubiera quedado en Cancún?

-Seguridad -dijo brevemente-. Quedarse aquí significa una probabilidad de no triunfar, sin importar cuantas personas te dijeran lo contrario. Ir a Monterrey te da esa seguridad que esta garantizada. Tu madre era igual, ¿sabes? Siempre quise esa red de seguridad.

Sonreí, sabiendo que esa era la verdad-. Solo me estoy imaginando lo que mama me diría al irme -me reí, sabiendo que seria mas o menos como: "¡Estas tomando una decisión precipitada! ¿¡por qué razón viajarías lejos para jugar futbol?! ¡Eres igual a tu padre!"

Teoría del JuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora