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º Campos º





Correr. En lo que me a mí se refería, correr era más inevitable que cualquier otra cosa. Pero no solo correr, sino mas bien huir: huir de las cosas malas, huir para escapar de la verdad, huir de lo inevitable. Era simplemente algo que hice y había estado haciendo durante los últimos tres años de mi vida.

Entonces tal vez fue por eso por lo que no culpe a Emilio por huir después de besarme. Porque si el no lo hubiera hecho, yo lo habría hecho.

Todavía estaba ardiendo, una llama parpadeante a través de mis dedos de manos y pies. Me quede sin palabras allí contra la pared, tratando de ordenar mis sentimientos y recuperar el aliento. Un millón de pensamientos pasaban por mi cabeza.

¿Por qué lo hizo? ¿Afectaría esto entre nosotros dos en el campo? ¿Se enteraría el entrenador? ¿Me gustó?

El beso estuvo mal. Ambos supimos que fue un error en el momento en que nuestros labios se tocaron y, aun así, no nos alejamos. Estaba mal... pero estaba muy bien.

No, Casandra. ¡Deja de pensar así!

Estaba acalorada y necesitada y era algo que no sabia que estaba deseando hasta que lo probe. No era nada diferente de Brandon, excepto, bueno, todo. Me sentí satisfecha cuando estaba con Emilio, era un sentimiento mutuo, algo que a Brandon y a mi nos faltaba es nuestra relación. Cuando estaba con Brandon... todo dependía de el y de lo que quería de mí. Su toque era frio en mi piel y después no sentía nada mas que disgusto. El toque de Emilio no era así en absoluto. Me dejo con ganas de más... me dejo con ganas de más.

Levante la mano y toque mis labios, todavía hormigueantes y un poco hinchados, cuando la puerta del estadio se abrió y Jonathan entro.

-¿Has visto a Emilio? -pregunto  mientras rápidamente me ajustaba la camisa lo mejor que podía.

-Uh, si -dije, con la voz mas alta de lo que esperaba-. Creo que entro al vestidor.

Jonathan me miro divertido, pero aun así se dirigió al vestidor.

Rápidamente salí corriendo del edificio y regrese al campo para comenzar de nuevo la práctica, cualquier cosa para distraerme de lo que paso hace apenas unos segundos.

El descanso de cinco minutos se había convertido en diez, y contando.

El entrenador nos hizo practicar técnicas de dribbling antes de que empezáramos a jugar de nuevo, y eso me pareció perfectamente bien. Los segundos se convirtieron en minutos mientras serpenteaba entre conos naranjas con un balón de futbol entre mis pies, esperando a que los dos que faltaban volvieran.

Jonathan finalmente salió tres minutos después y fue directo hacia el entrenador. Observe atentamente su intercambio. El entrenador parecía enojado por lo que fuera que Jonathan le había dicho, aunque era difícil saberlo porque el entrenador Medina siempre tenía una expresión amarga en su rostro, antes de asentir y decirle a Jonathan que se uniera al resto del equipo en el campo.

Emilio nunca volvió a salir.

Una vez que termine el ejercicio en el que me encontraba, patee el balón al siguiente jugador en la fila y me acerque a Jonathan en busca de respuestas.

-¿Dónde está? -le pregunte, sabiendo muy bien que el sabia de quien estaba hablando.

-Enfermo -respondió Jonathan simplemente. Estaba entrecerrando los ojos para protegerse del sol y su cabello negro estaba apartado de su frente. Había pasado casi una semana desde que llegue a Monterrey y Jonathan y yo nos hicimos cercanos. En el poco tiempo que lo conocía, sabia que podía confiar en el para todo; era el tipo de persona en que la que simplemente no podías evitar confiar, así que sabía que Emilio también podía hacerlo.

Teoría del JuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora