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º Campos º



Seis horas tuve que viajar en ese autobús. Seis horas con chicos desagradables. Seis horas de tener que lidiar con que mi hermoso trasero se quedara dormido. Seis horas aguantando mi orina porque no había manera de que fuera a usar los baños de atrás.

Eran casi las diez de la noche cuando vi el cartel que decía que solo faltaban treinta millas para llegar a San Luis. Mi trasero y mi vejiga lo agradecieron.

Miré al otro lado del autobús y vi a Emilio varios asientos frente a mí, inclinándose para hablar con William.

Emilio se había mudado oficialmente de su dormitorio a uno nuevo en un edificio completamente nuevo. Al menos eso es lo que Jonathan me dijo, porque por supuesto Emilio no me hablaba. Y yo estaba bien con eso. No sabia en qué edificio estaba. Solo sabia que no era Aspen House.

Simplemente se sentía como si estuviera en otro planeta, lo cual probablemente era lo mejor. Preferiría que me resultara extraño que familiar.

En ese momento, Emilio me miró y nuestros ojos se encontraron. Conté cuatro latidos solidos antes de que apartara la mirada y se absorbiera en la historia de William una vez más. Ese fue el contacto mas largo que tuvimos en una semana.

Mi mente estaba tan confusa como los asientos en los que estábamos sentados. Las sillas multicolores con azul, amarillo y rojo parecían de los años 80 y me estaban dando dolor de cabeza.

-Entonces, ¿cómo esta Joss? -Jonathan preguntó desde el asiento frente a mí.

Parpadeé lentamente y lo miré. Estaba apoyado contra la pared del autobús con las piernas sobre el asiento desocupado a mi lado-. Como si no lo supieras. No es como si no le enviaras mensajes de texto cada dos días.

-No lo hago -me dijo mientras se sentaba en su asiento con una sonrisa engreída-. Es mas como cada día.

-Entonces, ¿ya la invitaste a salir?

Jonathan me miró con tristeza en sus ojos-. Eso es un poco difícil de hacer ya que ella está en una punta del país.

De repente me sentí estúpida. A veces olvidaba que mis amigas no estaban conmigo, como si pudiera caminar hasta Cancún y tocar la puerta de Joss o de Emily. Como si pudiera acudir a Marlen para pedirle consejos sobre ropa y hacer que sacudiera por completo mi armario y me diera un simple vestido para ahorrar tiempo.

Pero Jonathan tenía razón. Estaban en la punta del país.

-¿No tuviste una cita hace dos días? -preguntó Jonathan, como si la idea acabara de llegar a él-. Me pareció oír a David mencionarlo, ¿Cómo te fue?

-Horrible -le dije honestamente. El sabor en mi boca de repente se volvió amargo al pensar en Eleazar tocándome como lo hacia en el club 606-. Aparentemente ya tiene novia. Recuérdame que nunca confíe en guitarristas con buen cabello y una personalidad atrevida.

Jonathan se rio, pero no pidió mas detalles, lo cual agradecí. No estaba segura si quería admitir haber besado a un extraño solo para vengarme.

-Lo recordaré la próxima vez -sonrió Jonathan.

Vi a Mateo levantarse de su asiento en la parte delantera del autobús y caminar hacia nosotros, frotándose nerviosamente la nuca con la palma de la mano. No había hablado con él desde que lo vi en la cocina besándose con otro tipo, así que ya tenia una idea de para qué estaba aquí.

Teoría del JuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora