19. Lara

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Permanecí en el baño hasta que logré calmarme, no sé exactamente el tiempo que pasó, me refresqué la cara para eliminar el rastro de las lágrimas respiré hondo y salí del baño. Lo que me encontré al salir no me lo esperaba, Lucas estaba ahí plantado esperando al lado de la puerta.

—Lara ¿va todo bien?—dijo preocupado mirándome fijamente.

—Disculpa mi comportamiento de hoy, yo quejándome por qué no me dejan ir un fin de semana fuera y no puedo ni imaginar por lo que tu y tu familia debéis estar pasando con tu hermano.—dije avergonzada mirando al suelo y ruborizada, no podía mirarlo a la cara.

—No estoy de acuerdo—alzó mi barbilla para que lo mirara— no te estabas quejando por qué no te dejan irte un fin de semana, te lamentabas porque tu mayor anhelo es tener la libertad para poder hacer lo que quieras, tienes edad más que suficiente para hacerlo. Tampoco creo que sea sencillo convivir con el trastorno que tiene tu madre, sinceramente estoy convencido que tu situación es mucho más difícil que la mía así que no tienes nada por lo que disculparte—me acarició la mejilla con la mano que tenía libre, la otra seguía sosteniendo mi barbilla—¿Siempre eres así?

—¿Así? ¿A que te refieres?

—¿Siempre antepones las necesidades de los demás a las tuyas?— me encogí de hombros.

—¿Y quien cuida de ti pequeña? Si tu familia no te cuida y tu tampoco lo haces, ¿quien se preocupa por ti?—volví a encongerme de hombros.

—Te diré algo, tus amigos, los que ahora mismo te esperan abajo se preocupan por ti y yo también me preocupo por ti y me gustaría que empezaras a considerarme un amigo más—me miraba a los ojos, desvié la mirada, me había sonrojado.

—Gracias, no tenéis que preocuparos por mi, estoy bien—dije con un hilo de voz.

—Por supuesto que tenemos que preocuparnos por ti, es más, queremos hacerlo, para eso están los amigos. Como en un matrimonio para lo bueno y para lo malo—me guiño un ojo y yo sonreí.

—Por fin sonríes—como me gusta ver esa expresión en tu cara, ojalá lo hicieras más a menudo—dijo sonriendo—¿Preparada para volver a la mesa o necesitas más tiempo?—yo había empezado a temblar y mi respiración estaba agitada no sabía que me pasaba.

—Creo que necesito un minuto—mi voz también temblaba.

—Está bien, tómate el tiempo que necesites, ¿quieres quedarte sola?—preguntó en un susurro. Negué con la cabeza, lo que realmente necesitaba era un abrazo pero jamás se lo pediría.

—Quizás te enfades por lo que voy a hacer ahora—me atrajo hasta él y me abrazó fuerte—creo que esto es lo que realmente necesitas en estos momentos—mi cabeza quedó en su pecho a la altura de su corazón lo oía latir tranquilo, me sentí reconfortada y logré tranquilizarme. Cuando dejé de temblar y mi respiración se normalizó se apartó de mi estudiando mi rostro.

—Gracias—dije agradecida y sonrojada a la vez.

—Me alegro que estés mejor y Lara, explícanos siempre lo que te pasa, estaremos ahí para escucharte, aconsejarte, apoyarte en lo que necesites, no lo dudes, tienes unos amigos maravillosos que se preocupan por ti. Y los amigos también son familia, familia que has escogido tu ¿lo harás?

—Si, lo haré—sonreí ante su comentario.

—Y ahora, por favor, bajemos a la mesa, si antes cuando estábamos en el columpio a saber lo que quería insinuar Olga, ahora que llevamos un rato los dos solos aquí arriba no quiero ni imaginar—volteó los ojos y yo me reí. Era cierto, a ver que nos iban a decir, ay dios, ya estaba ruborizada de nuevo y me moría de la vergüenza. Cuando nos sentamos a la mesa Juan, Olga y Vero nos miraban fijamente yo estaba muy sonrojada y no podía articular palabra, Lucas me miró y al ser consciente tomó el control de la situación.

Quédate A Mi LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora