2. Lucas

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No sabía como me había dejado convencer cabeceé mientras acababa de arreglarme para acompañar a Juan a la cena de cumpleaños de su hermana y sus amigas. Conocía a Olga y Vero, habían coincidido muchas veces en casa de su mejor amigo, pero nunca había salido con ellas.

Hacía apenas un par de meses que había roto con mi novia después de cuatro años de relación. Una relación que había sido un tanto tormentosa, mi ex—pareja era muy celosa y posesiva y al final había acabado por dejar de ver a todas mis amistades, el único que siempre se mantuvo ahí fue Juan. Por ese motivo mi amigo había insistido en que lo acompañara, aunque también sabía que era una excusa para no tener que ir solo.

No, realmente no me apetecía nada ir a esa cena, sostuve el teléfono en las manos durante varios minutos para llamar a Juan y decirle que no iba pero finalmente un impulso me hizo guardar el teléfono en el bolsillo de nuevo. Esa noche también acudiría Lara, la mejor amiga de Olga, la había visto una vez, en la tienda que los padres de Juan tenían muy cerca de la casa de Lara. Era muy tímida, el día que nos conocimos apenas si habló y estuvo mucho tiempo ruborizada hasta que súbitamente dijo que se marchaba y salió corriendo de la tienda. No sabía por qué me había venido ese recuerdo en ese momento pero me hizo sonreír. Suspiré y dándome ánimos cogí el abrigo y me encaminé al salón para despedirme de mis padres.

—Mamá, papá, me marcho—les dije.

—Ves con cuidado y diviértete, necesitas salir—me dijo mi madre mirándome con comprensión—recuerda que mañana....

—Si, lo sé mamá, después de la cena vendré directo a casa— la abracé y besé su frente.

Mi madre, Isabel, era bastante bajita, ella decía siempre que media como Torrebruno metro cincuenta y uno, en referencia a un showman y presentador de su época que medía lo mismo que ella. Tenía los ojos de color verde y el pelo corto con mechas rubias . Me dirigí hacia la puerta para salir al encuentro de mi amigo.

—Que lo pases bien. Da recuerdos a los padres de Juan, hijo—dijo mi padre.

—Se los daré de vuestra parte papá—respondí.

Mi padre, Manuel, también era más bien bajito, su estatura rondaría el metro sesenta y cinco, de complexión media, tenía una incipiente barriguita y siempre iba muy bien afeitado. Sus ojos eran de color azul claro. La familia siempre comentaba como era posible que mi hermano y yo fuéramos tan altos con lo bajitos que eran mis padres.

Llegué a casa de mi amigo media hora antes de la que habíamos quedado, no me gustaba llegar tarde y siempre aparecía antes. Llamé al telefonillo y mi amigo me abrió la puerta. Al entrar Olga pasó corriendo en pijama y se encerró en el cuarto de baño visiblemente enfadada.

—Hola Lucas— me dijo Juan chocando las manos.

—Hola, oye ¿que le pasa a Olga?— respondí.

—Has llegado media hora antes y como compartimos habitación ha tenido que entrar en el baño a cambiarse— dijo mi amigo divertido.

—Puedo esperar abajo un rato—dije.

No era la primera vez que iba a casa de mi amigo y Olga se metía en el baño a cambiarse. No entendía como podía ser tan impuntual. Alguna tarde de domingo cuando iba a su casa, Juan me comentaba que su hermana había quedado con Lara que en más de una ocasión había llegado a esperarla una hora. Esa chica tenia más paciencia que un santo, se había ganado el cielo, en su lugar, yo, me habría marchado como máximo a los 20 minutos.

—Cuanto tiempo sin verte Lucas—me abrazó María, la abuela de Juan—¿como estás hijo?—me agarró por las mejillas.

—Muy bien María, gracias, es cierto, hace tiempo que no venia, la encuentro estupenda, por usted no pasa el tiempo—dije con amabilidad.

Quédate A Mi LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora