61. Lara

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Las semanas que había un día festivo me traían de cabeza, me confundía con el día en el que estábamos, la noche anterior había quedado con mis amigas en encontrarnos el viernes como si quedaran varios días para ello pero al mirar en el móvil el calendario me percaté que era jueves, sonreí pensando que no era a la única que le ocurrían esas cosas.

Yo: ¡Buenos días! Hoy es viernes! Anoche cuando hablamos pensaba que estábamos a miércoles —Lo acompañé del emoticono sonrojado con la mano en la boca.

Vero: Hola!A mi me pasó igual —Lo acompaño del emoticono riendo

Olga: Y a mi también, cuando hay un día festivo ando más perdida que un pulpo en un garaje. ¡Buenos días!

A continuación más emoticonos de risas, intercambiamos algunas palabras más y nos despedimos hasta más tarde.

Quise compartir ese momento con Lucas, así que también le escribí para comentárselo. Pese a que eran las siete cuarenta y tres de la mañana me respondió al instante. Sonreí emocionada ante su respuesta, en su mensaje me decía: no quise sacarte de tu error porque sé lo que odias confundirte pero si lo piensas bien cuando nos despedimos te dije; "Hasta mañana preciosa".

Y una vez más, tenía razón, odiaba confundirme, necesitaba tenerlo todo controlado y Lucas se había dado cuenta. No me explicaba como era posible que me conociera tanto en tan poco tiempo.

La semana estaba siendo muy intensa a nivel emocional, el lunes había quedado con Lucas después de doce días sin vernos, el miércoles el encuentro con mi padre y hermano y la posterior discusión con mi familia y el jueves Lucas había venido a hablar conmigo porque sabía que algo no estaba bien. Tantas emociones me tenían muy alterada.

Quedar con mis amigas me ayudaría a relajarme y tranquilizarme, ellas siempre sabían que decir para hacer que me sintiera mejor.

La tarde anterior había preparado un guiso de sepia con patatas, gambas y mejillones. De un día para otro estaba mucho más bueno. Metí el guiso en un tupper y lo metí en la nevera, la noche anterior cuando fui a dormir aún estaba caliente.

Dejé preparado el desayuno de mis padres y me fui a trabajar, me extrañó no ver a mi padre, normalmente ya estaba levantado cuando yo me marchaba. Debía estar agotado, llevaba muchos días durmiendo apenas tres horas por las molestias que tenía.

* * *

La mañana en la oficina pasó muy rápida, pude terminar varias tareas que tenía pendientes antes de ir al banco a la una, Paula no me dejaba salir más tarde y si acababa antes de las dos tenía permiso para irme a casa a comer. Por los días que saliera más tarde del banco me decía.

Al llegar a la entidad bancaria me dirigí al puesto de seguridad para informar quien era, de la empresa que venía y a quien venía a ver. El chico de seguridad me reconoció en seguida asintió con la cabeza y hizo un gesto con la mano indicándome que podía tomar el ascensor, justo antes de girarme me dio un repaso de arriba a abajo sin ningún tipo de disimulo, me guiñó un ojo y sonrió de medio lado. Ese gesto provocó que me sonrojara y me alterara, no me gustaban nada esa clase de gestos. No había sido un gesto afable, su actitud me había parecido grosera, ¿había intentado ligar conmigo?

El chico era guapo y él era consciente de lo que podía provocar en las chicas. Me dio la sensación que era el típico chico que estaba convencido que cualquier chica caería a sus pies con lo que acababa de hacerme a mi.

Cuando salí del ascensor mis mejillas aún estaban encendidas y yo seguía muy azorada. Al verme la sonrisa de Adrián se borró de su cara para mostrar preocupación, se acercó en seguida.

Quédate A Mi LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora