56. Lara

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El martes, por fin, mi padre salió del hospital, me sentí aliviada al no tener que regresar al hospital y poder ir directamente a casa. Seguía muy congestionada y no me acababa de encontrar bien.

—Hola papá, ¿como estás? ¿ya te apañas bien con ese aparato que llevas en el brazo? —me acerqué con cuidado para besar su mejilla.

—Hola hija —resopló —pues no mucho, tengo que pasar por el pasillo de lado al llegar al recibidor y a mi habitación, —cabeceó —en realidad tengo que pasar de lado al acceder a cualquier habitación —suspiró frustrado.

—Ánimo papá, esperemos que sean pocos días, el miércoles próximo tienes visita en el hospital, quizás te lo quitan.

—Ojalá hija, ojalá.

—Voy a preparar la cena, quiero irme a la cama pronto, aún no acabo de estar recuperada del todo. —asintió.

A las ocho y media estábamos los tres sentados a la mesa degustando lo que había preparado. Corté el pescado a trocitos pequeños para que mi padre solo tuviera que pinchar la comida. El pescado al horno con patatas, zanahoria y cebolla había quedado muy jugoso.

En la televisión estaba puesto el programa del rosco que nos gustaba a mi y a mi madre. En esta ocasión mi padre se unió a nosotras, los tres intentábamos adivinar la palabra que se escondía detrás de la definición.

De postre mi padre quiso una naranja, mi madre yogur y yo un flan. Le traje la naranja cortada en trozos junto a un tenedor para que se la pudiera comer mejor, él resoplaba al sentirse inútil, necesitaba ayuda para casi todo. El aparato que llevaba en el brazo realmente le dificultaba mucho las cosas.

Al terminar recogí la mesa y la cocina rápidamente, regresé al salón, hablamos durante unos minutos y les deseé buenas noches. 

Después de pasar por el baño me dirigí a mi habitación para prepararme para ir a dormir. Cuando tuve puesto el pijama me estiré en la cama y escribí a Lucas para comentarle que me iba a acostar, estaba agotada y me dolía la cabeza por la congestión. Al instante sonó mi móvil, hablamos durante unos minutos, me explicó que al día siguiente tenía que acompañar a su madre a hacer varias compras para el pueblo. Los dos teníamos muchas ganas de vernos pero acordamos esperar al lunes.

* * *

El miércoles en la oficina fue un día intenso, teníamos una auditoría, toda la mañana estuve preparando documentación que solicitaban los auditores, facturas, contratos, recibos de pago, entre otros documentos.

El gerente nos había pedido que acompañáramos a los auditores en todo momento, por ese motivo habíamos hecho una reserva para comer en un restaurante elegante que había cerca de la oficina. Me habían hablado muy bien de él y estaba deseando ir a degustar su platos.

A mediodía Paula nos comunicó que le habían informado que el personal de administración finalmente no tenía que asistir al restaurante, irían el jefe de ventas, el gerente y los auditores únicamente. 

Al igual que mis compañeros, no pude ocultar mi decepción cuando nos lo comunicó. Nos levantamos todos cogiendo nuestras cosas para buscar un plan alternativo para comer. Algunos compañeros decidieron ir a un restaurante cercano.

—Lara, ¿que te parece si vamos a comer a la pizzería que tanto nos gusta y te pides un tiramisú de postre? —me propuso Paula, sabía que eso me animaría, sonreí y asentí efusivamente. —Desde luego no entiendo por qué a última hora han decidido que no vayamos a comer con ellos —afirmó Paula levantándose de la silla negando con la cabeza. —Aquí los que más habéis trabajado sois vosotros, lo lamento de veras. Esto no quedará así, a la vuelta de vacaciones le pediré a Jordi que invite a todo el departamento a ese restaurante —cogió el bolso y la chaqueta visiblemente enfadada.

Quédate A Mi LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora