15. Lara

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Llegué a casa a las nueve y cincuenta y ocho minutos, por los pelos.

—¿Estás son horas de llegar? —me regañó mi madre— mañana tienes que trabajar.
—Mamá, quedamos que la hora de llegada era hasta las diez y justo ahora son en punto. Quería llegar un poco antes pero estábamos hablando y me despisté, lo siento—respondí lo más calmada que pude.
—Es cierto pero también comentaste que ahora que podrías salir más llegarías antes, quizás tenga que arrepentirme y no dejarte salir—me soltó tan campante, ya estaba tardando en amenazarme con no dejarme salir de nuevo.
—Y es cierto mamá volveré antes, hoy me he despistado un poco y cuando he llegado no encontraba aparcamiento—intentaba sonar calmada, la realidad era que estaba muy nerviosa.
—Bien, pues ahora a cenar y a dormir, tienes que descansar—volteé los ojos ante su comentario, no era una niña.

Preparé la cena, tortilla a la francesa, algo de embutido y yogur, en menos de veinte minutos ya tenía la mesa puesta y nos habíamos sentado a cenar.

—¿Como están Vero y Olga?—se interesó mi madre.
—Muy bien, hoy también ha venido Juan y un amigo de él que se llama Lucas. Hemos ido a un local que tienen juegos de mesa pero hemos empezado a hablar y no hemos jugado, volveremos otro día—le expliqué.

Mi madre necesitaba saber todos los detalles, le hacía un resumen de lo que había hecho, si no lo hacía me sometía a un tercer grado pensando que le ocultaba algo. Hasta tal punto llegaba el miedo que tenía a que me pasara algo.
Llevaba tanto tiempo haciéndolo que ya no me importaba, prefería explicar lo que yo quería a tener que soportar un tercer grado.

—Nunca habías hablado de Lucas, ¿es muy amigo de Juan?—me preguntó

—Si, es su mejor amigo, ha estado saliendo con una chica durante cuatro años y no se veían mucho. Ahora que han roto ha empezado a venir con el grupo de amigos—le relaté—mamá acábate la cena, quiero fregar los platos antes de irme a dormir.

—Ya no quiero más—empezó a decir.

—Venga mamá que solo te quedan un par de bocados de la tortilla—pinché los dos trozos con el tenedor—abre la boca mamá que solo queda esto y ya habrás acabado—se comió lo que le quedaba sin ganas.

La ayudé a arreglarse para ir dormir y me dispuse a recoger la mesa y fregar los platos. Media hora más tarde ya lo tenía todo recogido, fui al baño a lavarme los dientes, rutina facial y me dirigí a mi habitación, me puse el pijama calentito de peluche y me metí en la cama. Había sido un día muy intenso. Lucas me desestabilizaba y me alteraba sobremanera. Recordé cuando mis amigas me sugirieron que estaba desarrollando sentimientos por él, ¿que clase de sentimientos? Cuando lo tenía cerca me ponía muy tensa y nerviosa y si me tocaba me recorría un escalofrío por todo el cuerpo, nunca me había sucedido algo así con nadie.

Pensé en la conversación que había mantenido con él fuera del local, decía que yo era guapa y sexy, que el chico adecuado conseguiría llegar a mi y que él estaría dispuesto a esperar a que yo estuviera preparada. Sonreí al pensar como había conseguido que le explicara que podía hacer para que yo me sintiera mejor y cómoda, ¿sería él el chico adecuado?, automáticamente deseché esa idea de mi cabeza, unos minutos más tarde de nuestra conversación me estaba animando a que quedara con el chico que había conocido en la discoteca la noche de fin de año, ¿por qué habría hecho tal cosa? Según él era por ayudame a interactuar con los chicos. Tenía la cabeza hecha un lío.

Qué rápido habían pasado las navidades, siempre me habían gustado pero estas habían sido diferentes, algo estaba cambiando en mi y los demás también lo habían notado. No sabía por qué pero me sentía menos insegura y más libre. El mayor regalo había sido que mi madre por fin dejara que me quedara sola en casa algunos fines de semana.

Quédate A Mi LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora