62. Lucas

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«Había llegado el día, era veintitrés de abril y estaba deseando pasarlo con mi chica. Me apetecía mucho pasear por las calles de la ciudad con ella y ver su cara, llevaba varios días hablando sin parar sobre ese día, le hacía mucha ilusión pasarlo conmigo. Era su primera Diada de Sant Jordi con pareja.

Otra más de esas primeras veces que tenía el privilegio de compartir con ella. Atesoraba cada uno de esos instantes en mi memoria, ver como se iluminaba su rostro cuando eso sucedía me hacía enamorarme de ella un poco más, si eso era posible a esas alturas. No sabía como había sucedido pero mi corazón lo tenía claro. Ella lo había conquistado por completo, se había quedado con él, me lo había robado.

Así me sentía, se había adueñado por completo de ese músculo que bombeaba con fuerza en mi pecho aunque ella no era consciente, y, muy a mi pesar, aún no me atrevía a decírselo. Temía asustarla, notaba que seguía sin sentirse segura y teniendo miedo. Si compartía mis sentimientos con ella quizás provocaría que saliera huyendo. Suspiré.

Ese día me había propuesto que fuera inolvidable para ella, le había preparado algunas sorpresas.»

En Cataluña, la Diada de Sant Jordi era una fecha especial marcada en el calendario de todos los catalanes, todo y no ser un día festivo era un día muy especial.

Todos eran conocedores de la La leyenda de Sant Jordi que decía así:

"Hace mucho tiempo, un dragón terrible atemorizaba a los habitantes de un pueblecito de Cataluña llamado Montblanc. El dragón causaba estragos en la población y devoraba a los animales de pasto de la aldea.

Para calmar la ira del dragón, los habitantes decidieron que cada día sacrificarían a una persona, escogida por sorteo, y se la ofrecerían como señal de buena voluntad.

Pero un día le tocó a la hija del rey ser el sacrificio. Cuando el dragón la iba a devorar, apareció un hermoso caballero para enfrentarse a la bestia. Era Sant Jordi, que le clavó su lanza, y de la sangre del dragón surgió un rosal de rosas rojas.

El suyo fue un gesto desinteresado y valiente que cambió la historia del pueblo y dio nacimiento a nuestra leyenda, pues, desde entonces, en Cataluña es costumbre regalar una rosa a la persona amada. Sant Jordi, patrón de Cataluña desde el siglo XIX, se convirtió en símbolo del territorio catalán."

Tanto para mi como para muchos ciudadanos de Cataluña el día de Sant Jordi era comparable al día de San Valentín, era nuestro particular día de los enamorados.

Según la tradición los hombres regalaban a su amada una rosa y la mujer le regalaba a su amado un libro. En la actualidad los hombres también regalaban libros a su pareja y ellas también regalaban rosas.

La Diada de Sant Jordi estaba protagonizada por los diferentes puestos de libros y rosas que se ponían en todas las ciudades y poblaciones, abrían todas las librerías, incluso si ese día recaía en domingo. Las calles de la ciudad se inundaban de personas que salían a pasear para conmemorar ese día, no únicamente parejas, también familias enteras con todas las mujeres de la generación, abuela, hija, nieta, incluso alguna biznieta y todas con su respectiva rosa. Por el centro era realmente difícil pasear por la cantidad de personas que se acumulaban para conmemorar ese día.

También se engalanaban con rosas algunos edificios emblemáticos, la Casa Batlló era uno de ellos.

También se engalanaban con rosas algunos edificios emblemáticos, la Casa Batlló era uno de ellos

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