63. Lucas

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No había visto a Lara desde el miércoles, sus padres quisieron ir al chalet y como su padre no podía conducir había ido con ellos, habíamos quedado en la plaza de siempre a las seis.

Mi hermano no tenía un buen día, había venido muy medicado, aún así estaba muy nervioso, no paraba de levantarse del sofá, las estereotipias eran muy exageradas ese día, se movía alternativamente de un pie a otro balanceándose exageradamente de lado a lado con las piernas abiertas y aplaudía a la vez sonoramente. De repente se volvía a sentar y pocos minutos más tarde se levantaba para repetir de nuevo los mismos movimientos.

Se levantó por quinta vez pero esta vez no se balanceó se dirigió directamente al mueble del salón, cogió la puerta del armario de la parte superior con tanta fuerza que la arrancó. Lejos de sorprenderse o sobresaltarse se puso a reír, lo había hecho a propósito. No me lo esperaba, no lo había visto venir, me levanté deprisa y le quité la puerta de las manos, no puso resistencia.

—José, eso no se hace —le regañé, dejó de reír y me miró un instante, desvió de nuevo la mirada y volvió a reír mientras aplaudía de nuevo.—No me ha hecho gracia, no está bien lo que has hecho, el tete se ha enfadado —al oír aquello se puso serio, no le gustaba que me enfadara, se dio media vuelta y se sentó en el sillón.

Al escuchar el estruendo que hizo la puerta al arrancarse del armario mis padres salieron al salón corriendo, mi madre de la cocina, mi padre del despacho.

—¡Ay madre! ¿Pero que ha pasado? —preguntó mi madre sofocada mirando el armario sin puerta, se le habían puesto los ojos brillantes.

—Mamá, lo siento, no lo he visto venir, se ha levantado y pensaba que se quedaría de pie pero ha ido directo al armario y ha arrancado la puerta, no te preocupes no se ha hecho daño. —Le expliqué afligido, me reprendía mentalmente, quizás podía haberlo evitado.

—Hijo, no te preocupes, llamaremos al carpintero para que lo arregle, ya nos conoce, no tardará en venir y antes del próximo domingo estará arreglado. Lo importante es que no os hayáis hecho daño y estéis bien—mi padre se acercó y cogió la puerta del armario que aún sujetaba en la mano, me apretó el hombro dándome ánimos.—José, lo que has hecho está muy mal y el tete se ha quedado muy triste —mi hermano dejó de mirar al techo y dirigió su mirada hacia mi, serio, no le gustaba que yo estuviera triste o enfadado. Levantó las manos para que las chocara.

—¿Ahora quieres que choquemos las manos? —repliqué en tono serio,—chocamos las manos si además me das un abrazo y un beso para que se me pase el enfado. —Rió de nuevo sonoramente, eso significaba que aceptaba mi propuesta.

Me agaché de cuclillas a su altura para chocar las manos dos veces, después se acercó y me abrazó, tuve que pedirle de nuevo que me diera un beso, las muestras de cariño espontáneas le costaban mucho. Después de darme el beso me empujó para desestabilizarme y que cayera al suelo, lo esperaba, aún así me tiré al suelo haciendo ver que me caía. Empezó a reírse a carcajadas de nuevo poniendo sus manos en las mejillas.

—¿Así que esas tenemos? Me has tirado al suelo, ahora te vas a enterar —me  levanté y empecé a hacerle cosquillas, no paraba de reírse intentando taparse para evitar mis ataques, a los pocos minutos lo abracé, se quedó quieto unos instantes y en seguida me apartó.

Esa había sido su manera de disculparse por haberme hecho enfadar. Mis padres nos miraban y sonreían, habíamos conseguido evitar una crisis más fuerte. A los pocos minutos mi madre y mi padre se dirigieron a la cocina y despacho respectivamente.

Mi hermano nunca decía "SI", si le pedías o proponías que hiciera algo, simplemente se reía o alargaba la mano como diciendo vamos a hacerlo. En cambio si le pedías algo y no le apetecía o quería hacerlo en seguida decía "NO". Siempre nos causaba risa porque lo decía en seguida y se entendía perfectamente. Su lenguaje no siempre era comprensible.

Quédate A Mi LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora