5. Lucas

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No podía dormir, las cuatro de la mañana, en menos de tres horas tenía que levantarme y mi cabeza no paraba de dar vueltas, la imagen de Lara venía a mi mente una y otra vez sin cesar. Sus ojos grises, melena rubia, guapísima y lo que más me había llamado la atención, su timidez y la facilidad que tenía para ruborizarse.

Esa noche algo en ella había despertado mi interés, por ese motivo me había comportado de aquella manera, necesitaba saber más sobre ella.

No era capaz de entender el afán de protección que sus amigos tenían hacia ella, vaya bronca me había dado Vero por mi comportamiento, ¿que comportamiento? tan solo le hice algunas preguntas, incluso le dije a Juan que podía pedirle salir, vale, quizás ahí me había pasado, y a mi por qué se me ocurriría decir semejante estupidez, mejor me hubiera quedado calladito, ahora solo faltaría que mi amigo empezara a mirar a Lara con otros ojos por mis palabras. Me pasé las manos por el pelo resoplando.

Las cuatro cuarenta y cinco y seguía sin poder pegar ojo, a este paso me levantaría sin dormir, para estar aquí tumbado en la cama podría haber ido a la discoteca con ellos. Sonreí al pensar en las últimas palabras que susurré al oído de cierta rubia que no me dejaba dormir y ver como se tensó, no le era indiferente. ¿Como lo estarían pasando? ¿Habrían ligado las chicas? Bueno realmente la que me interesaba saber si había ligado era una rubia preciosa. El conjunto que llevaba de color vino con ese escote cuello barco le favorecía mucho, llevaba muy poco maquillaje, una sutil linea azul turquesa que resaltaba sus ojos grises y un poco de colorete, en los labios llevaba brillo que hacía que se vieran muy carnosos.

Me apetecía verla de nuevo, no sé si ella estaría muy de acuerdo, realmente esa noche lo había pasado mal, ahora que lo pensaba fríamente me había comportado como un capullo.
Juan me había dicho que de vez en cuando su hermana y amigas salían con él y sus amigos del curso de fontanería. Mi amigo me había insistido varias veces que saliera con ellos pero siempre me había negado, desde la ruptura no tenía ánimo para salir. Quizás la próxima vez que me invitara aceptaría aunque no tenía la certeza de ver a Lara porque según me habían dicho ella iba en contadas ocasiones.

—Lucas, hace diez minutos que está sonando el despertador, a las siete y media tenemos que salir para recoger a tu hermano, quedan veinte minutos y el desayuno está en la mesa— me avisó mi madre desde la puerta.

—Voy en seguida mamá, estoy cogiendo las cosas para ducharme—respondí. Me había costando horrores levantarme esa mañana no sé a que hora me quedé dormido pero como mucho habría dormido dos horas, hoy me esperaba un día muy largo y rezaba para que mi hermano no tuviera un día complicado.

Mi hermano, Jose, tenía veinte años, cuatro menos que yo, padecía un trastorno, autismo. Llevaba unos años en una residencia privada para este tipo de síndromes. Las personas con autismo tenían problemas con la comunicación y las interacciones sociales. Mi hermano había ido a una escuela especial en la que le habían enseñado a comer solo, vestirse, ir al baño, por lo general no hablaba, decía palabras sueltas. Las cosas siempre tenían que estar en el mismo sitio, si llegaba a casa y mi madre había cambiado algo de lugar él lo cambiaba a como estaba inicialmente. Realizaba unos movimientos oscilantes hacia los lados llamados esterotipias y también tenía algunas crisis de conducta. Por ese motivo todos los domingos me quedaba en casa con mis padres, por si mi hermano sufría alguna crisis que se manifestaba en forma de autoagresión, cuando esto ocurría, mi hermano tenía una fuerza difícil de controlar y solo yo era capaz de contenerlo.

La residencia era muy cara, mis padres no podían asumir el coste para que mi hermano se quedase siempre  y todos los domingos íbamos a buscarlo para que pasara el día en casa.
En menos de diez minutos me había duchado vestido y ya estaba en el salón desayunando tostadas con mantequilla y café con leche.
A las siete y media salimos dirección a la residencia en busca de mi hermano, estaba a unos cuarenta minutos de casa.

Quédate A Mi LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora