Había pasado un mes y medio desde que habían operado a mi padre. Había recuperado movilidad pero aún le quedaba mucho para una recuperación completa. Todos los días iba a la Mútua de accidentes de trabajo a realizar rehabilitación, la fisioterapeuta, según nos explicaba él, era muy dura pero estaba encantado con ella.
Yo me reía de él y le decía que le iba la marcha porque a veces cuando llegaba a casa realmente su cara de dolor lo decía todo.
Me alegré muchísimo el día que nos informó que por fin le dejaban conducir de nuevo. Había cogido el coche algunos días para hacer pequeñas gestiones cerca de casa.
Ese fin de semana mis padres tenían previsto ir al chalet, me quedaría sola en casa después de mucho tiempo.
Acabé de desayunar junto a mi padre en el salón, teníamos puesto un canal de televisión de noticias, no veía mucho la televisión ni acostumbraba a leer la prensa así que todas las mañanas intentaba mantenerme un poco al día con las últimas noticias. Casi siempre hablaban de guerras, desgracias, manifestaciones, huelgas...en ese momento estaban informando del desahucio en la ciudad de una mujer con dos niños de cinco y tres años respectivamente, suspiré con resignación.
—Hija, ¿estás bien? —asentí levantándome de la mesa recogiendo mi plato y mi taza.
—Si papá, estoy bien, me da coraje ver como las personas nos hemos vuelto así.
—¿Así?¿Que quieres decir?
—Papá, cada uno va a la suya, nadie se preocupa por los demás, nos hemos vuelto egoístas y insensibles.
—Lo que pasa es que estamos tan acostumbrados a ver este tipo de noticias que lo hemos normalizado.
—Justo a eso me refiero, no deberíamos normalizar cosas así. Una madre con sus niños que ahora se verá en la calle. —Los ojos se me inundaron de lágrimas. Salí del salón, puse los platos en la pica de la cocina y fui a lavarme los dientes.
Cuando terminé de asearme y peinarme regresé al salón, mi padre estaba sentado en el sofá mirando las noticias, había recogido sus platos y limpiado la mesa.
Lavé los platos que había en la pica y dejé preparado un café con leche para mi madre. Puse una porción de tarta de piña en un plato, a mi madre le gustaba mucho y estaba convencida que le apetecería comérsela para desayunar.
Me sentía más tranquila teniendo a mi padre en casa gran parte del día, él se aseguraba que mi madre hiciera todas las comidas, no se lo comía todo, aún así conseguía que dejara muy poco. No era tarea fácil, más de una vez acababan enfadados, algo que ocurría con más frecuencia de lo que me gustaría.
Era consciente que cuanto más tiempo estuvieran juntos más chocarían. Siempre había sido igual, era una relación de esas de ni contigo ni sin ti. Cuando mejor se llevaban era cuando menos se veían. Había temporadas que estaban realmente bien pero otras estaban tan mal y la situación era tan insostenible que me habría gustado que se separaran.
* * *
En la oficina el ambiente estaba tenso, la otra concesión de la ciudad había acortado distancia en ventas respecto a la nuestra y estaba en riesgo la primera posición sobre los objetivos. Desde el despacho de administración, habíamos oído los gritos del jefe de ventas a los comerciales en la reunión de equipo que estaban realizando. La sala de reuniones estaba al lado del archivo.
—No me gustaría estar en esa reunión —murmuré mirando la pantalla de mi ordenador.
—A mi tampoco —admitió Paula, me giré sobresaltada «¿me había escuchado?». Coged vuestros abrigos, nos vamos a desayunar, no quiero que seamos el centro de su frustración cuando salgan de esa reunión.
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Quédate A Mi Lado
RomanceElla, insegura, tímida, altamente desconfiada y muy frágil por todo lo vivido a sus 23 años.... Él seguro de sí mismo, divertido, simpático, popular y muy....perspicaz. Ellos son Lara y Lucas. Una cena a la que Lucas se ve obligado a ir para acompa...