58. Lucas

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Cuando me despedí de Lara me dirigí hacia casa, la tarde no había sido para nada lo que había imaginado. Durante días había estado planeando que hacer esa tarde cuando nos encontráramos después de tantos días sin vernos. Quería ir con ella a uno de los reservados del bar de juegos que tanto le gustaba. Me apetecía mucho estar asolas con ella, sentarla en mi regazo y besarla como había deseado desde la última noche que compartimos en su casa, anhelaba tocar de nuevo su perfecto trasero.

Todo y no ser la tarde que había planeado y haber empezado con mal pie por mi mala actitud habíamos conseguido revertir la situación y pasar una tarde agradable.

Con cada conversación que teníamos me quedaba más claro que sus miedos tenían un motivo oculto que no era capaz de identificar. Me había pedido ayuda para superarlos pero si no era capaz de confiar en mí y decirme que era lo que le provocaba ese temor, sería muy complicado. Por mi parte iba a seguir haciendo que se sintiera cómoda para, poco a poco, seguir avanzando como habíamos hecho hasta ese momento.

Desde la noche que estuve en su casa me moría de ganas de ir más allá. Fantaseaba con tocarla, acariciarla y besarla por todo el cuerpo, inmerso en esos pensamientos llegué a la portería de mi casa.

Al entrar en casa mis padres me miraron con preocupación, mi madre fue quien rompió el silencio.

—Hola hijo, ¿como ha ido con Lara esta tarde? — preguntó con inquietud, me acerqué al sofá y me dejé caer al lado de ella.

—Bien mamá, tenía muchas ganas de verla, hemos estado en un bar en la plaza que hay al lado del metro.

—¿Estás seguro que ha ido todo bien? —no pareces excesivamente contento para haber estado tantos días sin veros.

—Lara se ha quemado por el sol y no quería moverse demasiado porque le molestaba la quemadura del pecho, así que nos hemos quedado por aquí—mi padre sonrió con suspicacia.

—Ahora ya entiendo la cara que traes, así que no has podido acercarte mucho a tu novia. —asentí con fastidio con un gesto de cabeza y una mueca, él rio con ganas.

—Hijo, vaya susto nos has dado, traías una cara de funeral que parecía que te hubiera dejado —lo miré con fastidio mientras ellos reían con ganas.

No quise sacarlos de su error y dejé que siguieran pensando que mi estado de ánimo se debía a que Lara se había quemado y no porque realmente estaba preocupado por lograr que ella confiara en mi y dejara atrás sus miedos. En algún momento tendría que explicarme que era lo que temía realmente, por el momento no la quería presionar.

Esa noche mi madre había preparado tortilla de patata con patatas de la huerta y huevos recién cogidos que le había dado su tío. No dejaba de sorprenderme como la comida hecha con productos del pueblo sabía tan diferente. En el pueblo decían que era por el agua del río, realmente había mucha diferencia de sabor. La tortilla estaba buenísima, consiguió mejorar un poco mi estado de ánimo.

* * *

Esperaba impaciente a Lara a la salida del metro cerca de su oficina. La tarde anterior me había confirmado que su hermano acompañaría a su padre al médico y podíamos vernos.

La vi aparecer junto con Paula, se habían parado en el semáforo que estaba en rojo para los peatones. Venían charlando animadamente, Lara reía por algo que le estaba explicando Paula. Cuando fue consciente que las estaba observando, una amplía sonrisa apareció en su cara y, como ya era habitual, sus mejillas se tiñeron de un precioso tono rosado. Al momento Paula giró su rostro en mi dirección sonriendo, cuando me localizó me saludo con la mano, gesto que correspondí.

Quédate A Mi LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora