14: El fin

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La puerta cruje al abrirse, dando aviso de la entrada de Florence a su hogar

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La puerta cruje al abrirse, dando aviso de la entrada de Florence a su hogar. El ambiente es tenebroso, como si la chica llegara de manera directa a un mundo lleno de monstruos y criaturas. La luz apenas ilumina la sala, pero es suficiente para notar la figura amenazante de Xavier al otro lado de la habitación.

— ¿Regresando tarde de tu pequeña cita?— pregunta con burla.

—No es asunto tuyo, Xavier. Solo déjame en paz— ella intenta pasar de largo, pero él comienza a avanzar hacia ella.

— ¿Dejar en paz a una puta que anda por ahí con cualquier chico? Eres igual que tu madre, ¿verdad?— lo dice entre risas. Florence tensa los hombros, enfrentándose a las palabras crueles de Xavier que cortan como cuchillas afiladas.

—No me compares con ella. No soy como mi madre— no lo mira a los ojos— Por favor, ten algo de dignidad y vete de esta casa— Xavier se acerca amenazante.

—¡Claro que lo eres! Todos sabemos lo que haces. ¿Crees que no me he dado cuenta de tus pequeñas escapadas? sales con un chico y ahora te veo con otro— pareciera que es una escena opresiva, la hostilidad pareciera jamás irse de aquella casa y Xavier continúa lanzando acusaciones venenosas. Florence, aunque intenta mantener la compostura, siente cómo las palabras hirientes la golpean una y otra vez.

La discusión entre Florence y Xavier se vuelve aún más venenosa cuando las palabras hirientes dan paso a insinuaciones desagradables. Xavier, en su afán de herir y humillar, desciende a un nivel más bajo en aquella discusión.

—¿Piensas que alguien más querría tenerte después de haberte probado? por eso es que terminarás siendo como tu madre— Florence aprieta los puños, tratando de contener la ira que dentro de ella. Las lágrimas amenazan con desbordarse, pero se mantiene firme frente a las provocaciones vulgares de Xavier.

—No te atrevas a hablarme así— el pánico se apodera de ella.

— No finjas que no te gusta, Florence. Sé lo que eres— toca su miembro por sobre su pantalón, cosa que asquea a la chica, sintiéndose acorralada y asqueada, busca una salida de esa pesadilla.

—¿Crees que puedes engañarme con tu actitud de santita? Todos sabemos lo que haces cuando sales por ahí con esos chicos— se ríe.

— ¡Basta, Xavier! No tienes derecho a hablar así de mí— lo apunta— No te tengo miedo. No vas a meterte conmigo porque te juro que podría matarte y no me importaría terminar en la cárcel.

—Oh, pero sé que te gusta, ¿verdad? Deberías agradecerme por siquiera considerarte deseable— ella lucha por mantener su dignidad, resistiendo el asco que siente ante las palabras repulsivas.— ¿Les dejas tocar esas tetas hermosas que tienes? Debo admitir que me encanta cuando se mueven— muerde su labio inferior.

— ¡Hijo de puta!— le grita conteniéndose las lágrimas.

—Solo estoy diciendo la verdad, cariño. Pero no te preocupes, Florence. A mí me gustan las mujeres más grandes, más experimentadas. Aunque eso no significa que no disfrute observar tu cuerpo todo el tiempo—Florence, sintiéndose atrapada en una situación cada vez más incómoda, sólo se traga el llanto de manera interna.

lavender haze , Eddie MunsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora