Rosas blancas y rojas (11/12/23)

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Cada día me regala flores. Cada día viene más feliz a mi casa, a mi hogar. Y cada día me regala un par de rosas blancas. Yo siempre las huelo, pero a los lejos. Ya que si me acerco demasiado, siempre me pinchan. Esas rosas nunca han ido minvando. Siempre han sido dos, cada día han sido dos. Excepto el primero de novimienbre, allí son tres. Y la tercera es roja.

- De todas las flores puras, tu eres la que destacas. A dos gotas de pureza, una de locura. Así eres tu, así te quiero yo.

Me dice todos los años. Llevo así desde hace diez. Y no entiendo porque siempre se gasta ese día una flor más. Nadie de por aquí lo entiende. Ya tengo 32, y una década en esta casa después, todavía no entiendo el porque me regala flores.

Cada día nos vemos, y solo me habla de lo que ha hecho, que espera que yo esté bien. Y tanto que lo estoy, tranquilo. Me gustaría decirle. Pero soy muda, y aunque quiera saber de mí, parece que no me vea.

Entonces cuando se cansa de contarme su día se va. Para volver el día siguiente. A veces llora, a veces ríe. Cuando lo hace toda la gente que está aquí le mira raro. Pero llega a ser bonito, y yo sonrío. Es muy tierno cuando pasa. Y quiero que sonria. Lleva esta década sin sonreir demasiado y por fin lo está volviendo a hacer.

- Sabes, Juliet... Tengo pareja de nuevo. No sé que opinarás de él porque bueno, al final nunca rompimos. Pero me gustaría que sepas que ya no vendré a verte tan a menudo. Espero que una década así te sea suficiente. Sé que mereces más, pero espero que te sepa bien.

Allí fue la última vez que lo ví. Y la soledad, la soledad me carcomía desde ese día. Sentía que mi recuerdo menguaba y las flores no venían. Fue en uno de esos días que pensé que sí podía haber pasado. Que mi marido me mató borracho en la avenida conocida como la de la buena suerte.

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