Malabares

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- ¿Yo?¿Malabares? -dice ella negando con la cabeza riéndose incrédula-. Lo siento, pero es que soy horrible jugando a los malabares.

Aún así, en ese mismo momento, la llaman. Ella responde más rápido de lo habitual y después de asentir cuelga.

- Perdona, pero es que ya me tengo que ir que se me hace justo.

Y de allí sale corriendo, como siempre. Llega tarde a una de sus clases de danza. Después de cambiarse, sin pararse ni 10 minutos para descansar, se dirige hacia la otra punta de la ciudad, también corriendo porque si fuese en bus tardaría demasiado.

Si no fuese poco, al acabar de hacer esa otra actividad se va a comprar el mismo plato precocinado de cada día ya que es el más barato, de la tienda más cercana a su casa. Al llegar, su reloj de pared ya marcan las 23:30 y, comiendo, empieza a hacer los deberes de la carrera. Sin preguntarse si realmente esta carrera le está gustando o si ya le dejó de gustar.

Dos horas más tarde, llega su pareja, borracha, que la empieza a chillar porque había dejado un plato sucio en el fregadero. Y aguantando sus chillidos media hora más, continua haciendo tareas.

Al despertarse la mañana siguiente con su pareja durmiendo de resaca, sin preguntarse si todavía le quiere se prepara para ir a trabajar. Trabajo el cual si puede hace horas extra. Cuando acaba a las dos, va corriendo a clases ya que con suerte, puede llegar a sus clases de la universidad. Todavía no ha comido.

Sólo en los fines de semana tiene tiempo para comer un buen plato al medio día y dormir 6 horas. El tiempo ha hecho que su cuerpo adelgace y se vea peor. Sus amigas saben porque pasa. Se está consumiendo viva porque es joven, y eso a ellas les preocupa.

Y una semana más, su amiga le pregunta lo mismo que la semana pasada:

- ¿Cuándo decidiste jugar a los malabares?

Relatos diariosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora