Maine (20/12/23)

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Pensamientos indeseados. Exacto, esos en que cuando tu padre va a altas velocidades y piensas "¿Y si abro la puerta?". No lo hagas. Sabes que no está bien. Sabes que no lo harás. Pero igualmente siempre lo piensas. La impulsividad siempre ha sido la responsable de múltiples desastres. Por ello, se penaliza las acciones impulsivas. 

Carissa toca al piano esa mañana. Con canciones clásicas, la casa estaba rodeada de esas melodías. A las diez menos cuarto de la mañana, su marido, Charlie baja por las escaleras de la esquina. Lleva un traje del ejercito. Con mala cara, mira a su mujer. 

- Sé que no pasará nada, que será el Maine y estaremos todos protegidos. Pero no entiendo que nos importa, a nosotros, la guerra entre Cuba y España. 

Carissa deja de tocar el piano y se gira para verlo. Ya parece que tenga mal aspecto y es él quien va a la guerra.

- Piensa que tu estarás bien cuidado. Es en el barco más seguro de todo Estados Unidos. 

Él asiente y se dirije hacia ella. Nadie entiende porque ahora, van hombres de hasta dos años mayores del intervalo general. Los diarios tampoco lo entiende, nadie les ha dado una explicación razonable. Solo hacedlo, ya está. Aún así, a nadie le llega a convencer. 

Charlie y Carissa van hacía el barco, en el puerto, se encuentran reuinidos madres, niños, abuelos, amigos. Esta pareja decidió ayer dejar a los niños en la casa de los padres de ella. Para que no vayan al puerto, para que no vean como va a la muerte. Ya se despidierron ayer, diciendoles que iba a tierras Españolas. Nadie quería ver sufrir a la niñez. 

Cuando se fueron, Carissa llora, no quiere pensar que haría si mueriese. Es el amor de su vida, no sabe que haría sin su esposo. Dicen que los españoles son fuertes, no quiere pensar en nada más. No quiere pensar en su muerte. 

Pasaron días y semanas, Carissa sufre cada día y Charlie está en el Maine, donde el mayor movimiento que tenían era de las fiestas que se celebraban. Hasta que pasa el desastre. Ya en el puerto Cubano, en la Habana una noche tranquila, a un día de adentrarse en el frente. Hay a explosión cuando todos estaban dormidos. Nadie se pudo salvar. Todos los hombres que no estaban en el rango de edad para ir a la guerra, eran mayores. Es decir, ya habían cumplido con su deber por el país, ya no les hacía falta. 

Pero Carissa, la imprudencia e impulsividad siempre le ha sabido bien. Siempre se ha salido con la suya. Excepto con esta. Cuando le llega la carta de la muerte de su marido. Cuando al abrirla, ve que está muerto. A partir de allí, ella lo vive en cámara lenta. Las lágrimas, los chillidos, la negación. Después la pistola que agarra, cargada en su plenitud y como, por la empuñadura, empieza a romper todo. Y luego sin querer, oye un disparo. Y luego, nada. 

Solo han pasado 15 minutos. La impulsividad esta vez, ha ganado.

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