Té (13/12/23)

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Picaron a la puerta de casa. Yo, ya vestida y con el té casi preparado recibo a mi amiga, Chara. Vestía con una sonrisa y un vestido amarillo tan bonito, que hasta opacaba al mío. 

- Hola Livia, cuanto tiempo. Estas preciosa.

Yo la miro con una falsa sonrisa. ¿Porque la invité a tomar el té en mi casa? Ella es modesta, mucho más que yo. Con un rubio platino, ojos azules y clara piel siempre ruborizada es mucho más bella que cualquier otra persona. Todos estos atributos están en un cuerpo delgado, pero sano. Bendita genética. Nada en comparación a mí. Con un negro oscuro, al igual que los ojos y una piel pálida casi gricásea, con ojeras en un cuerpo esquelético. 

- Pasa mujer, ¿qué tal estás? Te ves radiante, creo que no hace falta decirlo porque lo escucharas cada día. 

- No te creas -dice mientras pasa-. Algunas veces, pero muy pocas y por amigas como tú. Por cierto, tu casa es preciosa. 

"Mentirosa" pienso mientras asiento. La llevo a la sala de estar, habitación que he ordenado y mejorado especialmente por las visitas. Con un piano de cola y muebles de madera acogedores les impacta normalmente el sol de los ventanares. Se sienta en una silla del juego de 6 que compré. 

- Ahora traigo el té, si quieres puedes comerte alguna galleta de la mesa. 

"Pero no lo hará, será tan educada como siempre y me esperará para empezar." Pienso mientras voy hacia la cocina a poner el té en las dos mejores tazas que tengo. Son iguales, y con un estampado de dulces flores azules. También cojo la tetera, que son del mismo juego que las tazas. Lo pongo todo en una bandeja de plata junto a un azucarero. Cuando regreso, como preveo no se ha movido. Sonrío y pongo la bandeja al lado de las galletas y le doy una taza a ella. 

- Y cuentame, ¿Cómo te han favorecido los años?

Esa pregunta hizo que hablase, hablase y siguiese hablando. Las aventuras y su entusiasmo, los cotilleos y los chismorreos la tardan más de una hora. Sobre parejas y viajes a estados unidos, o las aventuras de Grecia. Y de mientras se bebía el té. Taza tras taza, poniendose más y más azúcar. Azúcar con colorante para parecer que sea del Himalaya. 

- ¿Tu no te pones azúcar? -me dice amablemente.

- No tranquila, a mi me gusta el té puro.

Asiente y continua hablando y hablando. Tomando té con mucho azúcar y galletas. Yo también cojo galletas, pero más pocas. Quería que acabase ya. Después de más de 3 horas ella ya empieza a tener síntomas.

- Una cosa, no me encuentro bien. ¿Tienes una pastilla?

Le doy un analgésico mientras sonrío con pena fingida. Ya estaba a punto. A unos pocos minutos, todo acabaría. Y así es, cae rendida, muerta. Por un azúcar, con un colorante que no solo era colorante. Me tomo el té que me queda. Tranquila y paciente. Llama a emergencias cuando se lo acaba.

- Perdona, mi amiga se acaba de morir. ¿Podeis venir porfavor? 

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