«Por fin entiendo la naturaleza de mis enemigos», pensó Eragon. Había temido
a los Ra'zac desde que aparecieran por primera vez en Carvahall, no sólo por
sus maldades, sino también por lo poco que sabía sobre aquellas criaturas. En
su ignorancia, otorgaba a los Ra'zac más poderes de los que realmente tenían y
los contemplaba con un terror casi supersticioso. «Pesadillas, desde luego.»
Pero ahora que la explicación de Oromis había eliminado el aura de misterio
que envolvía a los Ra'zac, ya no le parecían tan formidables. El hecho de que
fueran vulnerables a la luz y al agua reforzó la convicción de Eragon de que
cuando volvieran a encontrarse, destruiría a los monstruos que habían matado
a Garrow y a Brom.
-¿Los padres también se llaman Ra'zac? -preguntó.
Oromis negó con la cabeza.
-Lethrblaka. El nombre se lo pusimos nosotros. Y así como las crías son
de mente estrecha, aunque astutas, los Lethrblaka tienen tanta inteligencia
como los dragones. Como un dragón cruel, vicioso y retorcido.
-¿De dónde vienen?
-De la tierra que abandonaron tus antepasados, sea cual fuese. Acaso
fuera su depredación lo que obligó al rey Palancar a emigrar. Cuando nosotros,
los Jinetes, nos dimos cuenta de la presencia malvada de los Ra'zac en
Alagaësia, hicimos todo lo posible por erradicarlos, como hubiéramos hecho
con una plaga que infestara nuestras hojas. Por desgracia, sólo triunfamos en
parte. Dos Lethrblaka escaparon y ellos, con sus larvas, son los que te han
provocado tanto dolor. Después de matar a Vrael, Galbatorix los buscó y
negoció sus servicios a cambio de protección y una cantidad garantizada de su
comida favorita. Por eso les permite vivir cerca de Dras-Leona, una de las
ciudades más grandes del Imperio.
Eragon apretó las mandíbulas.
-Han de responder de muchas cosas.
«Y si lo consigo, responderán.»
-Eso sí.
Oromis se mostró de acuerdo.
De regreso a la cabaña, el elfo cruzó la oscura sombra del umbral y
reapareció cargado con media docena de tablas de unos quince centímetros de
ancho por treinta de alto. Le pasó una a Eragon.
-Abandonemos esos temas tan desagradables por un rato. Me ha
parecido que podría gustarte aprender a hacer un fairth. Es una manera
excelente de concentrar tu pensamiento. La tabla está impregnada con la tinta
suficiente para cubrirla con cualquier combinación de colores. Sólo tienes que concentrarte en la imagen que quieres capturar y luego decir: «Que lo que veo