Roran había sacado ya el martillo del cinturón y se había levantado a medias
cuando oyó el nombre de su padre. Fue lo único que le impidió saltar al otro
lado de la sala y dejar inconsciente a Jeod. «¿Cómo sabe quién es Garrow?» A
su lado, Loring y Birgit se pusieron en pie de un salto y sacaron los cuchillos
que llevaban en la manga, y hasta Nolfavrell se preparó para luchar con una
daga en la mano.
-Eres Roran, ¿no? -preguntó Jeod en voz baja.
No pareció alarmarse por las armas.
-¿Cómo lo has adivinado?
-Porque Brom trajo aquí a Eragon y tú te pareces a tu primo. Cuando vi
tu cartel al lado del de Eragon, me di cuenta de que el Imperio había intentado
capturarte y te habías escapado. Pero -Jeod desvió la mirada hacia los otros
tres -pese a toda mi imaginación, nunca sospeché que te habrías llevado a toda
Carvahall contigo.
Aturdido, Roran se dejó caer de nuevo en la silla y dejó el martillo cruzado
sobre las piernas, listo para usarlo.
-¿Eragon estuvo aquí?
-Sí, y Saphira también.
-¿Saphira?
La sorpresa cruzó de nuevo el rostro de Jeod.
-Entonces, ¿no lo sabes?
-¿El qué?
Jeod caviló un largo minuto.
-Creo que ha llegado el momento de dejar de fingir, Roran Garrowsson,
y hablar abiertamente y sin engaños. Puedo contestar a muchas de las
preguntas que debes de tener, como porqué te persigue el Imperio, pero a
cambio necesito saber la razón que os trae a Teirm... la verdadera razón.
-¿Y por qué habríamos de fiarnos de ti, Piernaslargas? -quiso saber
Loring-. Podría ser que trabajaras para Galbatorix.
-Fui amigo de Brom durante más de veinte años, antes de que él fuera el
cuentacuentos de Carvahall -explicó Jeod-, e hice cuanto pude por ayudarlo
a él y a Eragon cuando estuvieron bajo mi techo. Pero como ninguno de los dos
está aquí para secundarme, pongo mi vida en vuestras manos para que hagáis
lo que os parezca. Podría gritar para pedir ayuda, pero no lo haré. Ni lucharé
con vosotros. Sólo os pido que me contéis vuestra historia y que escuchéis la mía. Luego podréis decidir por vosotros mismos cuál es la acción adecuada. No corréis ningún peligro inmediato, así que no os hará ningún daño hablar.
Birgit captó la mirada de Roran con un movimiento de barbilla.
-A lo mejor sólo quiere salvar el pellejo.
-Tal vez -replicó Roran-, pero hemos de averiguar qué es lo que sabe.
Pasó un brazo bajo la silla, la arrastró por la sala, pegó el respaldo a la
puerta y luego se sentó en ella de tal modo que nadie pudiera entrar de repente