Celbedeil

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El amanecer sin alba encontró a Eragon en la sala principal de Ûndin,


escuchando la conversación del jefe del clan con Orik en el idioma de los


enanos. Ûndin se apartó al acercarse Eragon y dijo:


-Ah, Asesino de Sombras. ¿Has dormido bien?


-Sí.


-Bien. -Hizo un gesto a Orik-. Nos hemos planteado la posibilidad de


que te vayas. Yo tenía la esperanza de que pasaras un tiempo con nosotros. Pero


dadas las circunstancias, parece mejor que sigas tu viaje mañana por la mañana


a primera hora, cuando hay menos gente capaz de molestarte por la calle.


Ahora mismo, mientras hablamos, están preparando provisiones y medios de


transporte. Hrothgar ordenó que nuestros guardias te acompañaran hasta Ceris.


He aumentado la cantidad, de tres a siete.


-¿Y mientras tanto?


Ûndin encogió los hombros, revestidos de piel.


-Tenía la intención de mostrarte las maravillas de Tarnag, pero ahora


sería estúpido que deambularas por mi ciudad. De todos modos, Grimstborith


Gannel te ha invitado a pasar el día en Celbedeil. Si te apetece, acéptalo. Con él


estarás a salvo.


El jefe del clan parecía olvidar su afirmación anterior, según la cual Az


Sweldn rak Anhûin no iba a hacer daño a un invitado.


-Gracias, puede que lo acepte. -Al salir del vestíbulo, Eragon hizo un


aparte con Orik y le preguntó-: Dime la verdad, ¿tan serio es ese desafío?


Necesito saberlo.


Orik contestó con una reticencia evidente:


-En el pasado no era extraño que los duelos de sangre durasen varias


generaciones. Familias enteras se extinguían por ellos. Es imprudente por parte


de Az Sweldn rak Anhûin invocar las costumbres de antaño; no se ha hecho


algo así desde la última guerra de clanes... Mientras no retiren su juramento,


debes cuidarte de sus traiciones, ya sea durante un año o un siglo. Lamento que


tu amistad con Hrothgar te acarree estas consecuencias, Eragon. Pero no estás


solo. El Dûrgrimst Ingeitum está contigo en esto.


Después de salir, Eragon se acercó corriendo a ver a Saphira, que había


pasado la noche enroscada en el patio.


¿ Te importa que me vaya a visitar Celbedeil?


Ve si tienes que hacerlo. Pero llévate a Zar'roc.


Eragon siguió su consejo, y también encajó el pergamino de Nasuada bajo


la túnica.
Cuando Eragon se acercó a las puertas del cerco que rodeaba la plaza,


cinco enanos apartaron los troncos y lo rodearon con las manos en sus hachas y


espadas mientras inspeccionaban la calle. Los guardias permanecieron a su lado

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