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Estaba anocheciendo y la temperatura del ambiente había disminuido bastante.
Miraste hacia el cielo observando como este se llenaba de nubes, probablemente iba a nevar y eso iba a entorpecer tu búsqueda de un refugio.

Aunque sin saberlo, eso también iba a entorpecer la búsqueda de Hipo.

Observaste a tu compañera que hasta el momento no se había despegado de ti ni tú de ella, era extraño que hubiesen entablado una amistad con tanta rapidez.
Fue imposible no notar que la dragona cojeaba levemente por la herida que se había hecho anteriormente en la pata al caer en esa trampa: no era buena idea que ella estuviera afuera en la nieve.

Tanto tú como Hipo tenían poco tiempo para actuar: él necesitaba buscarte antes de que comenzara a nevar ya que la probabilidad de una tormenta era alta y tú necesitabas buscar un refugio antes de que nevara.

Durante el camino, ibas examinando el ambiente en búsqueda de ramas secas que en cuanto encontrabas, recogías para llevartelas contigo y así poder hacer una fogata en donde sea que te fueras a refugiar.

Aunque no tenías ni idea de como prender el fuego... Habías visto a Hipo varias veces prender fuego frotando dos ramitas o dos rocas, ¿qué tan difícil podría ser?

La dragona pronto divisó una cueva, así que se dirigió a ella y tú la seguiste.

Por suerte la cueva no estaba habitada por nadie.

Te sentaste comenzando a acomodar las ramitas y comenzando a frotar dos de ellas para tratar de encender fuego, aunque, por desgracia era más difícil de lo que parecía.

La noche cayó por completo y comenzó una nevada, era de esperarse ya que en Berk nieva 9 meses al año y graniza los otros 3.
Pero siempre que nevaba estabas en casa cómodo y calientito, ahora estabas muriendote de frío.

—Suputamadre, ¿no podía haber un peor momento?... Encima con esta oscuridad tengo vista de adultera; se mira pura verg-...

Jadeaste titiritando.
La noche era demasiado oscura y por la nevada no había ni un solo rayo de luz de luna que diera tantita iluminación, además de que la temperatura probablemente había bajado a -27° y sentías que en cualquier momento morirías.

—Hipo sabría qué hacer...

Dejaste de sentir tus manos y estornudabas constantemente entorpeciendo tu intento fallido (al igual que tu relación) de hacer fuego.

De repente, una bola de plasma impactó los palitos prendiendoles fuego y dando algo de luz y calor al ambiente, en cuanto pudiste mirar tu alrededor tus ojos se encontraron con esos ojos dorados que te observaban con atención.
La dragona al ver que no podías encender el fuego decidió ayudarte.

—Oye, gracias...

Susurraste aquello antes de acercar tus manos al cálido fuego que por el momento se sentía como un cálido abrazo, la temperatura y el aire dentro de la cueva pronto aumentaron y dejaste de sentir que morirías de frío.

Abrazaste tus piernas cerrando los ojos un momento tratando de disimular tu hambre y nostalgia, era la primera noche lejos de Berk, lejos de Hipo... Eso te carcomía.

Te viste forzado a abrir los ojos cuando sentiste algo rodear tu cuerpo, al abrirlos divisaste un bonito y ahora cálido y suave plumaje envolviendote por completo.

Al darte vuelta, la dragona estaba acostada detrás de ti cubriendote con su cola y tratando de jalarte hacia ella. Cuando quedaron lo suficientemente cerca ella acostó un poco más cerca de ti su cabeza.

—Oye, gracias... Debería darte un nombre, ¿no?

La dragona no respondió, solo te observaba fijamente con esos ojos dorados que tan expresivos eran.

—Eres muy bella... Me gustan tus ojos, me recuerdan a-...
Ah, eso es: te llamarás Bella

Solo recibiste un ronroneo por parte de la contraria que te empujó a ella para dejarte recargar en una de sus alas que ahora se encontraban plegadas.

—Sé que tal vez solo haces esto porque te salvé de esa trampa, pero gracias... Sin ti probablemente ya estaría muerto para este punto—susurraste cerrando los ojos de poco en poco.

Antes de darte cuenta, te habías quedado dormido en la dragona que también dormía a la vez que te cubría con el plumaje de su cola para evitar que murieras de frío, de vez en cuando despertaba para volver a avivar el fuego y mantenerse ambos en calor.

Te alegraba haberla encontrado.

(...)

Por otro lado, Hipo no estaba teniendo la misma suerte que tú.

—Parece que va a nevar, amigo

Chimuelo rugió aún volando la isla, Hipo nunca había pensado en lo grande que era la isla hasta este momento de desesperación.

La temperatura comenzó a disminuir rápidamente al igual que la nieve comenzaba a hacerse presente.

—No... ¡No! Él no sabe sobrevivir solo, nunca ha tenido que cazar algún animal o prender una fogata o tan siquiera buscar refugio, ¡yo siempre soy el que hace eso! Con este clima ni siquiera va a encontrar alguna baya silvestre para comer—gimoteó el de pecas, Chimuelo solo lo escuchaba—Él siempre era el que se encargaba de que el refugio se sintiera más acogedor aunque nos agarrara un aguacero o una tormenta de nieve...
Por eso éramos el equipo perfecto: yo ponía la fuerza y él la forma. Aunque es más fuerte que yo físicamente, pero ahora con la anemia... Ay dioses Chimuelo, ¡lo acabo de condenar a morir!

El dragón golpeó a Hipo con una de las apéndices de su cabeza.

—¡Auch!, perdón, tienes razón, debo dejar de hablar y concentrarme

Ambos siguieron su búsqueda, pero pronto la nieve comenzó a caer así que se vieron forzados a bajar a la tierra y buscar un refugio.

Terminaron en una cueva muchísimo más pequeña que la que usaste tú para refugiarte.
Hipo metió unas ramas secas y con dos piedras prendió una fogata con bastante rapidez.

También había logrado sorprender a unas aves para cazarlas y conseguir algo de comida.

Poco después de comer algo, comenzó la tormenta obligando tanto a Hipo como a Chimuelo a quedarse adentro hasta que todo pasara, aunque como la cueva era bastante pequeña el aire entraba con facilidad y a veces les extinguia el fuego y cada vez era más difícil volver a encenderlo.

Pronto, el fuego ya no encendió porque todas las ramitas estaban demasiado quemadas.

—Mierda...

Chimuelo instintivamente abrazó a Hipo con su cola y lo acercó para dejarlo refugiarse bajo sus alas.

—Gracias amigo, te debo una... Bueno, te debo muchas en realidad

El dragón ronroneó cerrando los ojos.

—Ah, ________... Solo espero que tú estés bien—suspiró Hipo recostandose en el suelo para poder refugiarse bien entre las alas de su amigo—buenas noches... Donde quiera que estés

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➴ Tenías que ser tú ➶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora