cincuenta y dos

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El reloj en la pared marcaba las seis y tres cuartos de hora, faltaba bastante para su ceremonia pero no podía evitar estar completamente nerviosa.
Mujeres (todas ellas amigas suyas) entraban y salían del vestidor generando bullicio a su al rededor.

La joven se miraba frente al espejo, dejando que sus amigas colocaran distintas flores y algunas estrellas como cascada sobre su melena oscura.

—Tranquilízate, Kiyomi. —Pidió su amiga de cabellos color chicle limpiando un poco el kimono sobre el maniquí para eliminar cualquier rastro de suciedad que pudo haber quedado.

Si bien, el vestido era nuevo, tenía años de antigüedad. Su ropa originalmemte hubiera sido para su madre biologíaca, pero por cosas del destino, la boda con la que sus padres habían soñado, nunca llegó a concretarse, Kiyomi quería llevarlos a ambos en su corazón en ese día tan importante. Aun así en ningún momento le comentó la idea a su prometido.

Pero digamos que el día anterior, Naruto le pidió a la señora Nara el traje que debió ser para Uchiha Shisui. No lo malentiendan, no quería usar el de su propio padre por que era un poco ajustado. Ademas pensó en que sería lindo para su futura esposa el hecho de usar el traje qué su papá nunca pudo usar.

¿Y por qué no comprar vestuarios nuevos? Simple, ambos lo veían como algo simbólico. En cuanto a los anillos oficiales, esos si pertenecian a los padres del rubio. Esa fue una decisión que ambos tomaron en conjunto.

Del otro lado del recinto (que Hikari había pagado) había mucho más ruido, con los chicos burlándose de la poca cordura del héroe de Konoha, quien estaba enloqueciendo. Todos, y cuando digo todos me refiero a todos, bromeaba sobre lo tonto que era, pero entiendanlo, estaba desorientado, sus ojos casi lagrimeaban.

Se preguntaba si realmente todo saldría como su prometida quería, caminaba de un lado hacia otro bajo los chistes de Kiba.

—Naruto, deja de hacer eso, me pones nervioso. —Regañó el hokage obligandolo a sentaré sobre una de las sillas de la habitación.

—Creo que voy a vómitar, Kakashi-Sensei. —Avisó tocando su estómago. Deslizó su mano hasta llegar a la bolsa de su sudadera (porqué si, aun tenía puesta su pijama). Tanteo un poco sintiendo una pequeña cajita qué rápidamente sacó, las náuseas desaparecieron repentinamente y de un momento a otro se levantó con determinación renovada. —¡Kakashi-Sensei! ¿Puede entregarle esta cajita a Hikari-sensei? —Cuestionó.

—Por supuesto, ¿quieres que ella se la de a Kiyomi? —El menor asintió repetidamente, bajo la atenta mirada del resto.

—Es la pulsera que mamá uso el día de su boda y me gustaría que Kiyomi-chan también la usará. —Un destello de ternura se reflejó en los ojos del Hatake.

Ese chico que al principio parecía ser un idiota, ahora se iba a casar. El mismo que le tiró un borrador lleno de tiza en la cabeza, ese niño que solo pensaba en ramen, ese mismo cuyo único sueño era ser hokage, aquel que desde pequeño había adorado con todo su corazón a su mejor amiga.

Finalmente y como Naruto lo ordenó, la pulsera terminó en los dedos de su chica quien soltó mares de lágrimas. Un silencio pequeño mientras sostenía la caja entre sus manos para mirar el techo. Pidiendo a la madre de su futuro esposo su bendición, tanto para usar la pulsera como para casarse con el. Aunque el día anterior se había pasado horas y horas frente a la tumba de los esposos contándoles a ambos lo mucho que amaba al rubio.

Al final decidió no usar más que algo de labial rojo que contrastaba perfectamente con las pequeñas estrellas de su kimono que adornornaban los bordes de este. Sonrió antes de retirar su bata, quedando en un par de prendas menores sin embargo no sentía vergüenza, era euforia.

𝐑𝐔𝐁𝐈𝐎.- Uzumaki NarutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora