𝐑𝐔𝐁𝐈𝐎.- Uzumaki Naruto

cincuenta y tres

—¡Ma! ¡Sai-san está en la puerta! —Avisó el pequeño rubio. La joven asintió secando sus manos sobre su mandil de cocina antes de acercarse y abrir la puerta.

—Buenos días, Sai. —Sonrió al pálido y de pronto todos lo chicos salieron detrás de este. —Oh no...  —Susurró. —Díganme por favor que no están castigados.

—De hecho, nee-chan. —Shikamaru se asomó intercambiando si lugar con el Yananaka. —Quizás lo estaremos dentro de una horas. —Murmuró. —¿Nos prestas a Naruto?

Un ademán de cansancio se dibujo las finas facciones de la Uzumaki. —¿Por qué me lo preguntas a mi?

—Bueno, es que la última vez...

—La última vez lo trajeron con el pelo casi rapado. —Reprendió. —Ahora lo llamo, solo  denme unos minutos, ha estado pijama todo el día. —Una pequeña risa salio de sus labios. —Pueden pasar, si quieren.

De inmediato los hombres invadieron la sala, entre todos, Boruto se especializaba en molestar a Shino y Lee.

La mujer subió hasta el segundo piso con dificultad, su parto ya era inminente y cada vez podía hacer menos actividades físicas. Entró en la habitación principal justo en el momento en que el rubio salía del baño.

—Hola, linda. ¿Ya se durmió? —Preguntó mirándola de forma sugerente.

—No, aun no. —De forma casi instantánea, el más alto tomo a la menor para acercarla a el. —De todos modos creo que te buscan abajo, así que tendrás que esperar. —Avisó con una sonrisa juguetona.

Él aflojó su agarre dejándola escapar. —¿No puedo negarme?

—Naruto. —Habló con severidad. —Deja de ser tan pervertido por un momento, si sigues asi antes de que te vuelvas hokage vamos a tener un ejército de niños rubios.—Regañó.

—¿Y no te gustaría 'ttebayo?

—Durante toda mi vida he estado a punto de morir más de dos veces, y ninguna dolió tanto como el nacimiento de Boruto. —Pronunció observando a su esposo colocarse unos shorts negros. —Así que ningún ejército de niños rubios.

Un sonido de tristeza salio de Naruto para luego tirarle un beso guiñando un ojo. —¡Eso dices ahora!

—Por todos los cielos, rubio. —Miró hacia otro lado de la habitación. —Le diré a Hikari-sensei que este presente cada vez que le llamas a Kakashi-sensei. Par de pervertidos.

Una inocente carcajada resonó por todo el cuarto. —Te dejo con los chicos, Boruto y yo iremos a visitar a Sakura.

—Últimamente pasas mucho tiempo allá.

—A Boruto le gusta hacerle bromas a Sarada. —Respondío con simpleza.

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—¡Definitivamente fue mi parte favorita de los exámenes chunin! —Gritó la de cabellos color chicle.

—¡Por supuesto! Incluso recuerdo que esa vez casi vimos a Kakashi-sensei sin la máscara.

Las jóvenes madres sostenían una taza de té mientras sus hijos jugeteaban a lanzarse jutsus, apostando quien seria más fuerte.

—Ellos si que sabían mantener una relación en secreto.

Luego de unos cuantos ataques de risa finalmente pararon, procediendo a charlar sobre sus esposos, sus trabajos. Sakura normalmente pedía a Kiyomi cuidar de la pequeña Sarada por su apretado trabajo, lo mismo era cuando Kiyomi tenía que hacer misiones cortas fuera de la aldea, aunque generalmente el Hatake prefería darles ese tipo de tareas a otros ninjas.