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——¡Finalmente! -soltó una gran risa, mientras terminaba de meter sus ropas en la maleta

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——¡Finalmente! -soltó una gran risa, mientras terminaba de meter sus ropas en la maleta. ——¡Jodanse putos seres de bajos recursos! ¡El Tercer Imperio vuelve a casa!

——Veo que estas un poco emocionado...

——Si, solo un poquito. -sonrió divertido, mostrando sus dientes, entre cerrando sus ojos ante la gran sonrisa que tenia. ——Corea, el ser que evitó un poco la desgracia de tu existencia se larga, ¿Vivieras asta que vuelva? -sonrió burlón.

——¿Vas a volver? -murmullo sorprendido.

——No.

El asiático asintió, tenía que admitir que al estar ocupado con el de esvástica, fue más agradable que sus días normales, al simplemente decir que estaba ocupado con el alemán, sentía preocupación de su destino, pero hacia una idea que tenía que irse, solo esperaba que su castigo no sea tan cruel, puesto que no logró la finalidad.

Hacer que el de piel coral, sea un Omega decente.

——Espero que la carta que le mande a mi hermano la hubiera recibido. -sonrió emocionando, recordando la respuesta ye le mando ante su pedido del anterior mensaje.

——¿Carta?, pensé que usted lo hubiera llamado...

——¿Llamar?...espera, ¿Me estas diciendo que aquí puede hacerse llamadas asta mi Territorio?

——Fue de aquella manera que se comunican creo... -susurró. ——Al ser muy lejos, nos solemos comunicar por llamada con las áreas importantes, pensé que usted hacia llamadas...ya que eh visto al algunos de los altos mando hablar en otro idioma con por el teléfono... -susurró, levemente nervioso ante la atenta mirada del contrario, aquellos ojos azules.

El silencio permaneció, los pasos lentos asta la salida, el choque de la puerta al ser abierta con cierta fuerza y luego cerrada con brutalidad, para acabar con los pasos apresurados, probablemente molestos del Omega.

No demoró mucho al llegar a la Oficina del tan importante emperador, abrió la puerta sin ningún permiso mirando al hombre el cual hacia sentando revisando algunas hojas, con aquella estúpida tela en la cara.

——¡¿Por que no me dijiste que pudiste llamar a mi hermano?!

——No levantes la voz... -advirtió.

——¡Tu no me digas como hablar! ¡Responde! -se acercó aún enojado, empujando las sillas y golpeando sus manos contra la mesa de madera. ——¡Eres un traidor! ¡Mentiroso!

——Calmate.

——¡No me digas ninguna tonteria! -gruño, mostrando más sus dientes, rasguñando la manera, dejando salir un amargo aroma.

La habitación, hacia en silencio, cada uno esperando algo del contrario, el alemán una repuesta y el japonés la calma, odiando lidiar con una tontería.

Omega imperfecto. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora