Wonder─Hermione Granger

[𝟭𝟵] You're beautiful

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Juego con la comida de mi plato, sin tener apetito alguno. Suelto un resoplido lleno de frustración y dejo caer el tenedor sobre el plato, implementando un poco de fuerza.

Estos días han sido algo extraños para mí; no tengo el mismo humor de siempre y la mayoría del tiempo estoy irritada, que no tengo muchas ganas de entablar conversación con alguien. Las únicas personas que parecen aguantar mi mal genio son Lizzie y Avril; las amo tanto.

Joder, ya me puse sentimental.

Darcy ve mis acciones por el rabillo del ojo, pero prefiere mantenerse en silencio. Ella ha tomado distancia desde que mi actitud ha cambiado, ¿ya no me querrá?

Ahora quiero llorar.

Me levanto de mi asiento, dispuesta a irme de aquel lugar. Le doy una pequeña mirada a la mesa de Gryffindor, esperando verla entre tantos estudiantes. Pero ella no está ahí.

Suelto un resoplido apenas audible ante esto último. ¿Siempre seré yo la que la busque?

Es algo que odio de mí, el hecho de que si Hermione viene y me pide una disculpa, yo sin duda alguna la perdonaría. Quisiera ser de esas personas que se hacen del rogar. Pero, cuando de ella se trata yo no puedo decirle que no.

Camino por los pasillos, intentando encontrar algo para distraerme; lo más seguro es que vaya a mi habitación a llorar por milésima vez en el día y quedarme dormida hasta el día de mañana hasta las cuatro de la tarde.

Levanto la vista del suelo cuando siento una presencia frente a mí; Harry Potter.

—¿Hola?— digo un tanto extrañada por su presencia.

—Hola, Meissa.— me saluda.

—Eh... ¿que hay?— intento sonreírle pero mi expresión sale como una mueca.

—¿Cómo estás?— me pregunta, analizando mi rostro.

—Podría estar mejor, si te soy sincera.— suelto una pequeña risa.

—Entiendo.— murmura.

—Veo que no soy la única que parece un muerto viviente.— menciono cuando veo las notables ojeras que hay debajo de sus ojos. —Te ves demacrado, Harry.— hago una mueca.

—¿Qué se supone que debo contestar a eso?— dice, divertido. —Pero, la verdad es que tienes razón.— talla sus ojos. —No han sido los mejores días para mí.

—El lado bueno es que somos dos.— palmeo su hombro. —Ya no nos podemos sentir solos.— suelto una risa.

—¿Tú por qué estás triste?— me pregunta luego de unos segundos.

—Eh... no sé si decirte, me da vergüenza.

—No diré nada al respecto, puedes confiar.— se encoge de hombros.

—De acuerdo.— accedo rápidamente. —¿Tú qué piensas acerca de las personas que gustan de otra de su mismo sexo?— indago.

—Ehm... ¿preguntas si estoy de acuerdo o no con ello?

—Sí, eso mismo.— sonrío, nerviosa.

—Ah, pues no le veo  ningún problema. ¿Por qué la pregunta?— frunce el ceño, confundido.