Taberna el tuerto

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-Sal de ahí, te hemos visto- dijo Felipe de manera algo cansada.

La joven salió titubeante, tenía los ojos rojos de llorar y se agarraba la mano herida. Los hombres solo la miraron y eso hizo que se pusiera más nerviosa. Felipe la contempló detenidamente, bajo la luz del sol era una linda chiquilla, era algo pequeña pero era esbelta, tenía ligeras curvas aunque su rostro aún tenía pequeños rasgos infantiles, ojos grandes y labios carnosos, su pelo era un desastre pero no dudaba que en cuanto se lo peinara sería largo y liso llegando hasta los muslos, pero ahora la hermosa casaca de ébano estaba hecho un desastre. Felipe contempló también su cuerpo, solo tenía una pequeña tela cubriendo sus partes íntimas su pecho estaba desnudo y podía ver con claridad las mordidas y moretones.

-¿Podrías revisar a la joven?- susurro mirando de reojo al médico.

-¿A una india?- preguntó casi sorprendido- ¿Por qué debería de hacerlo? Que la cure su chamán o curandero o lo que tenga.

- ¿Acaso es muy complicado?- interrogó algo molesto- Creía que las expediciones tenían tropas auxiliares de indios, ¿acaso a ellos no los curas? ¿Dejas morir a aquellos que te protegen?

-Es muy distinto, son miembros de la expedición, me guste o no estoy obligado a ello.-Replicó molesto- Me pagan por ello, no por ella.

-¿Y si te pago yo la revisaras?

Los tres hombres miraron desconcertados a Felipe, como si le hubiese salido otra cabeza.

-Debes de estar de broma- dijo Luis mirándolo de manera desconcertada.-¿Pagarás para que la revisen?

Juan no dijo nada, solo lo miraba algo extrañado, mientras Jerónimo parecía reflexionar sobre su pedido.

-Sí- dijo de manera firme

Luis miró a la nativa y luego a Felipe, tras eso sonrió de medio lado.

-¿Acaso quieres probar el fruto de la selva? Deberías descansar primero

-No voy a acostarme con ella- afirmó con tono molesto- Simplemente quiero ayudarla eso es todo.

-¿Por qué? ¿Quieres imitar esas acciones nobles de los caballeros de los cuentos? Ya sabes ayudar a la pobre dama en apuros.

-Mis motivos no son cosas que debas de saber. Si quiero ayudarla lo haré y si quiero tirar mi dinero al mar lo haré... vos no deberías cuestionar eso.- dijo molesto pero firme en su declaración.

Luis lo miró fijamente, se sentía molesto y ofendido por sus palabras, ambos se desafiaron con la mirada hasta que Jerónimo habló.

-Si estáis dispuestos a pagar la consulta, no tendré problemas, pero eso se hará en la taberna.

-¿Más tabernas?- se quejó Felipe con voz fingida de cansancio.

Juan se rió divertido.

-Tranquilo, no te darán una golpiza... o eso creo- dijo lo último en un susurro.

-Si no se comporta... sí que lo harán- se quejó Luis poniendo sus ojos en blanco.

-Estos son mis términos si quieres que la revise- dijo Jerónimo con voz estoica- No voy hacerlo en plena calle mi reputación se vería comprometida.

-Entiendo- dijo Felipe mirando desviando su atención a Jerónimo.- En ese caso decidme cual es la taberna, intentaré convencerla para que vaya hacia allá.

-¿No quieres venir con nosotros?- preguntó Juan

-No, dudo que ella venga de buena gana con cuatro hombres que no conoce, no se ha acercado. Puede que no confíe mucho en nosotros.

Secretos del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora