Lago

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Isabel miró la daga que estaba en el suelo a su lado, sus ojos, paseaban nerviosamente de la daga a la mano de Olrox sin saber muy bien que hacer a continuación. Con nerviosismo miró a Felipe y este solo asintió levemente. La joven tragó duro antes de agarrar el cuchillo y dárselo al azteca intentando no mostrar su temblar en el proceso. Sus ojos no se apartaron de la hoja de la daga asegurándose de que esta estuviese bien limpia y no haber dejado alguna prueba pero por suerte, al dejar la daga en la mano de Olrox, este solo la agarró y guardó rápidamente ignorando la hoja por completo.

-Cúralo- dijo en tono frío y distante mientras se ponía de pie alejándose de ambos.

Cuando vieron al azteca un poco más lejos de ambos con el ceño fruncido y una actitud más pensativa fue cuando ambos por fin soltaron un suspiro más largo. Ambos se miraron y sonrieron levemente.

-Parece que funcionó- susurró la joven aliviada mientras volvía a tratar la herida.

-Por ahora- respondió el hombre algo más tranquilo- Aún no estamos seguros de que haya aceptado la situación.

-No le quedará de otra, después de todo...- dijo Isabel mirando seriamente a Felipe- No mentí cuando dije que es una herida delicada.

Felipe guardó silencio mientras cerraba los ojos y contenía un sonido de dolor al sentir la aguja penetrando su piel para coserle.

-Lo sé...- dijo en un susurro con una voz algo tensa por el dolor- ¿No has visto las cicatrices en mi cuerpo? Es un milagro que haya llegado hasta aquí.- dijo con una sonrisa ladina- Dios tiene a sus favoritos y dudo mucho que yo sea uno de ellos si me permite vivir tanto.

Isabel rió suavemente mientras seguía cosiendo la herida con cuidado.

-Yo creo que eres uno de sus favoritos, otros no hubiesen sobrevivido a esto. Parece que tú cuerpo se niega a morir.-susurró con una leve sonrisa.

Felipe estaba lo más relajado posible intentando aguantar la cura.

-Eso parece...- susurró simplemente.

Isabel terminó de coser y limpió de nuevo la herida asegurándose de no tocarla directamente.

-Deberías de volver a ponerte el crucifijo- dijo Isabel seriamente sin dejar de ver la herida.

Felipe abrió los ojos lentamente y miró a la joven frente a él.

-No, si me lo pongo podría abrirse la herida y está vez de verdad. Además de que si me muevo me golpea y me duele, mejor te la sigue quedando tú. De esa manera estaré también más tranquilo.

-¿Estás seguro?- susurro algo inquieta.

-¿Ya has terminado?- preguntó la voz de Olrox acercándose a ellos. Aún se le notaba molesto.

Isabel dio un leve brinco de sorpresa y levantó el rostro para verlo. Felipe solo movió levemente su cabeza.

- Sí- dijo casi desganado Felipe- Ya ha terminado, por favor deja de asustarla.

Olrox solo se puso al lado del cuerpo de Felipe agachándose para ver mejor la herida cosida.

-¿Te gusta?- preguntó burlón Felipe- Si me dejas tu cuchillo puedo hacerte una igual o más bonita.

Olrox soltó una leve sonrisa antes de verlo de manera altiva.

-Muy bonita, lastima que para mí a estas alturas ya no tendría nada. Así que no serviría de nada

-Dame el cuchillo ya verás como hago que no se te quite- respondió sin perder la sonrisa.

-Veo que estás mejor. La falta de sangre te sienta bien.- dijo mientras se ponía de pie- Ahora levanta. Antes de que tu peste atraiga algún animal pensando que hay un cadáver en descomposición.

Secretos del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora