Te lo dije

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Felipe abrió los ojos confundidos, no sabía donde se encontraba solo podía ver lo que parecía unas ramas de árboles sobre él. Soltando un gruñido apartó la rama de su cuerpo un fuego intenso parecía arder en su pecho y su cabeza dolía a mares. Soltando gruñidos de dolor e incomodidad el hombre se sentó sobre el suelo, aunque su pecho era el más afectado sentía todo su cuerpo doler. Cerrando los ojos llevó sus manos al rostro y siguió emitiendo sonidos de dolor completamente mareado y con vista desenfocada el pelirrojo intentaba ver donde se encontraba y lo que había sucedido. Soltando un gemido de dolor volvió a caer tumbado sobre la cama improvisada de hojas.

-¿Qué demonios?- susurro completamente confundido y adolorido llevando su mano al pecho donde sentía dolor.- Demonio... demonio... demonio...- susurró repitiendo esa palabra como si fuese la llave a sus recuerdos.

Con un suspiro cerró sus ojos repitiendo mentalmente esa palabra. De repente su mente empezó a mostrarle imágenes el espejo negro y esas manos que le agarraban sin reflejarse, recordó la voz de aquel hombre su oído el dolor a estrellarse en aquella montaña de oro, la sangre en su boca y la lengua de aquel ser lamiendo la sangre.

El aliento de Felipe se detuvo y sus ojos se abrieron mirando el techo, improvisado que hacían los tres árboles, mientras su corazón se congeló por completo, su cuerpo se tensó y sintió sus labios temblar al recordar como aquel hombre le había robado descaradamente un beso. Felipe sintió su garganta contraerse ante el recuerdo, sus manos fue rápidamente en búsqueda de algo que morder, siendo lo más rápido que encontró, la manga de su camisa. Poco le importó lo sucia que esta estuviese solo quería quitarse ese recuerdo y sensación de la boca. Su lengua se movió incómoda en su boca al recordar como aquel hombre no le bastó lamer sus labios, sino que también, mordisqueo su labios hasta poder meter su lengua dentro de su boca para saborear la sangre que ya se hallaba dentro de esta. Felipe se tensó y mordió más fuerte la tela. Aquel beso se le hizo interminable parecía que el otro no tenía ninguna prisa en acabar con ello, parecía que quería seguir burlándose de él mostrando su dominio ante la situación y ante su cuerpo. El solo recuerdo de sentir la lengua ajena acariciar descaradamente lento su propia lengua le hizo erizar cada vello del cuerpo.

El pelirrojo se movió sobre su propia espalda, cerró sus manos tan fuerte que sentía sus nudillos volverse blancos y sus ojos empezaron a picar levemente por pequeñas lágrimas contenidas. El solo pensar en aquello le llenaba de rabia e impotencia. La burla tan descarada que le había hecho, burlarse de su fuerza, de su vida y de su honra. Felipe sabía que los demonios podían tentar y que probablemente esa hubiese sido su intención, al menos en gran medida, si no... ¿por qué lo haría? ¿Sangre? Estaba herido, podía haberle mordido con aquellos dientes filosos como dagas y extraer toda la sangre que quisiese ¿Burla? Era lo más probable pero no entendía que pretendía insultar con aquello. Si era burlarse de él cuando estaba por morir... ¿por qué estaba vivo? ¿Y a donde estaba exactamente?

La cabeza de Felipe no dejaba de dar vueltas. No entendía lo que sucedía. No entendía lo que era él. Él se hacía llamar protector azteca y por lo visto, los aztecas existían, había visto sus joyas y sus tesoros en la tienda de Cortes. ¿Acaso había tomado a aquella gente como excusa? ¿Pero por qué ellos? ¿Por qué no los cempoales? ¿Los mayas?¿Aquella gente que estaba atrapada en el sótano de la iglesia? Si quería simplemente matar y destrozar a los españoles, o los cristianos en general teniendo en cuenta su naturaleza demoníaca, ¿por qué tan adentro en un territorio inexplorado para ellos ¿Acaso se habrá hecho con el control de una civilización y no quería ser expulsado de esas tierras?

Felipe cerró los ojos y suspiró de manera cansada. No entendía nada, aquel ser hablaba con conocimiento, hablaba como si en verdad sintiera aquello que decía pero a la vez era débil ante el crucifijo y las bendiciones, aunque las plegarías sí que parecía no causarle algún efecto. Finalmente Felipe acabó por rendirse, no entendía a aquel ser y cuanto más lo pensaba más complejo se le hacía todo.

Secretos del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora