¡Suéltalo!

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Olrox tomó su forma brumosa y desapareció del campamento antes que el resto de españoles lo viesen. Usando la oscura noche para esconderse el azteca usaba la hierba alta para ocultarse y más adelante los frondosos y altos árboles. Olrox lo esquivaba como el movimiento de una serpiente las ramas se rompían, crujían o se movía ante el pasar de la nube. Solo se detuvo tras casi una hora de viaje deteniéndose, antes de la salida del sol, entre tres árboles que creaban un curioso hueco parecido a una cueva. Sus ramas se entrelazaban y sus hojas frondosas evitaba la entrada de sol y los mantenía ocultos. El nativo volvió a su forma humana lanzando al pelirrojo contra el suelo fuertemente mientras él se removía intentando quitarse el peso en su espalda.

-¡Quítate!- gritó intentando agarrar aquello que lo agarraba fuertemente.

Un chillido agudo sonó ante los movimientos repentinos y violentos del azteca. Olrox sintió unas finas piernas rodear sus caderas desde la espalda y como los delgados brazos le rodeaban su cuello. La mujer le agarraba fuertemente como si su vida dependiera de ello.

-¡Quítate!- rugió furioso moviéndose más fuerte.

La joven chilló pero se mantenía agarrada fuertemente al cuerpo del contrario. Olrox se removía y golpeaba la espalda contra los árboles con violencia para que la joven lo soltase pero esta se negaba. El azteca empezó a girar contra el suelo y se quedó tumbado aplastando a la joven para que le soltase pero esta lloraba o chillaba pero no soltaba al hombre.

-¡Suéltame!- gritó

-¡No!

-¡¿Por qué lo proteges?! ¡¿Sabe lo que es?! ¡¿Sabe lo que hacen esos hombres?!

La joven lloraba agarrada a su espalda, sus uñas se clavaban en sus propios brazos para evitar caer. Su espalda dolía por los golpes y poco a poco la fuerza se le escapaba, pero ella seguía aferrándose a él con todas las fuerzas restantes.

-¡Mejor que tú!- gritó intentando no mostrar sus lágrimas. Olrox se detuvo al escucharla- Lo sé... mejor tú- susurro ocultando su rostro en el cuello de Olrox- Tus golpes... no son nada en comparación.

Olrox guardó silencio y dio un fuerte suspiro. Lentamente volvió a ponerse de pie con la nativa aún aferrada a su espalda.

-Eres la que lo salvaste aquella vez- susurro recordando a la nativa que estaba junto al español- Te aferrarte a él, como a la vida misma. Lloraste por ese hombre.

Olrox miró al español inconsciente en el suelo, pálido y de respiración pesada permanecía durmiendo sobre las hojas.

-Es mi amigo...

-¿Cómo puedes ser amiga de algo así?- la voz de Olrox se volvió molesta. Juzgando a la nativa en su espalda.

Isabel se removió para tener mejor agarre aunque su cuerpo empezaba a ceder de cansancio.

-Me salvó

-¿Salvó tu alma con su Dios?- dijo de manera burlona

La joven no dijo nada por unos segundos. Olrox sonrió de medio lado al tener la confirmación de sus palabras. De un movimiento brusco dejó caer a la joven contra el suelo.

Isabel dio un leve chillido al golpear el suelo de tierra y hojas. Levantó la vista solo para ver como Olrox se acercaba peligrosamente a Felipe. Conteniendo un jadeo de temor la joven usó sus brazos y piernas para arrastrarse contra el suelo, húmedo por el rocío de la noche, intentando llegar hasta Olrox y Felipe.

-¡No!- gritó fuertemente al ver como Olrox agarraba los cabellos de Felipe levantándolo del suelo.

Isabel se puso de pie y corrió hacia ellos. Con un brazo rodeó el cuerpo de Felipe, con el otro agarró la muñeca de Olrox para que no lo moviera. Olrox soltó un sonido molesto desde su garganta y atrapó el cabello de la nativa con su otra mano tirando de él. Isabel soltó un gemido de dolor pero no se movía aunque su cabeza empezaba a ser tirada hacia atrás.

Secretos del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora