Felipe se encontraba en lo más profundo del corazón de la selva. Mirase por donde mirase todo era una densa vegetación, lo único que iluminaba aquella oscuridad eran los finos rayos de la luz de la luna. Aquellos pequeños rayos se colaban entre las espesas copas de los árboles y caían al suelo como pequeños y finos hilos de una araña.
Felipe miraba alrededor buscando un sonido, un movimiento o tan siquiera el más mínimo rastro de vida en aquel lugar. No recordaba haber llegado allí, lo último que vio fue la luz del alba y el lejano grito de Isabel.
-Isabel- susurro recordando a la nativa.- ¡Isabel!- gritó está vez buscándola por todos lados.
Felipe empezó a andar gritando el nombre de la joven casi desesperado al no recibir respuesta alguna. Miró tras los árboles, bajo los matorrales cualquier lugar donde ella se hubiese escondido.
-¡Isabel! ¡Por favor, responde!- gritó una vez más buscando por los alrededores- ¡Por favor, Isabel! ¡Estás a salvo!
Felipe continuaba andando buscando y buscando, sus esperanzas iban disminuyendo y cuando temía lo peor escucho un leve sonido a la distancia. Felipe escuchó atentamente esperando otro sonido que confirmara el anterior.
-¿Isabel?- susurro escuchando atentamente.
Otra vez aquel lejano sonido se hizo presente, rápidamente Felipe empezó a andar en aquella dirección con cuidado de no tapar ese sonido con sus propias pisadas. Su corazón latía desbocado en el pecho temiendo aquello que encontraría nada más llegar, desde el fondo de ese corazón asustado una leve oración era susurrada pidiendo el bienestar de su amiga.
Poco a poco el sonido era más fuerte y nítido, alguien parecía estar caminando sobre hierba seca. Felipe caminaba escondiéndose entre los árboles, pues aún no estaba seguro de que aquel sonido lo provocase su amiga. Cuando al fin pudo llegar al lugar de donde provenía aquel sonido, Felipe se ocultó tras un grueso árbol, sentía la corteza en su espalda y algunos cabellos enredándose en la corteza poco a poco asomaba su cabeza para poder ver el responsable de ese sonido.
Felipe aspiró fuertemente al ver la joven figura de una joven que le daba la espalda. Llevaba un vestido verde claro algo desgastado hasta el suelo, un cabello profundamente negro completamente rizado, sus finos tirabuzones caían hasta su cintura, un leve movimiento del cuerpo creaba una graciosa agitación en el cabello en el cual los tirabuzones se contraían y estiraba. Los delgados brazos y finas manos de la mujer se estiran hasta llegar a la hierba que había bajo ella. La mano se hundió en la tierra y al sacarla una hermosa flor redonda estaba en su palma con el fino tallo entre sus dedos. La flor era amarilla y era muy parecida a un clavel, la mayor diferencia que apreciaba era que sus pétalos eran redondos mientras el clavel era puntiagudo. La mujer llevó la flor a su pecho y volvió a repetir la acción, hundía su mano en la tierra y sacaba otra flor igual de hermosa. Felipe empezó a andar hacia ella con lentitud.
El pelirrojo no dejaba de contemplarla, era hermosa, tan hermosa como recordaba. Sabía quién era su mente nunca fue capaz de olvidarla, ni en un millón de años la hubiera olvidado, fue por ella que era un soldado, fue por ella que dio un paso al frente y ayudó a Isabel aquel día en la posada, el motivo por el cual no la dejo desamparada o abandonada en una Iglesia sin procurar que estuviese bien. Era ella, el lado protector y caballeresco. El lado que lo animaba a ser mejor cristiano y hombre.
-Carmen- susurro de manera apenas audible mirando la espalda de la mujer.
Carmen dejó de recolectar las flores y se puso erguida, giro el tronco superior de su cuerpo hasta que su rostro puede ser visto sin ningún problema. Sus gruesos labios, sus ojos grandes y negros como el carbón con sus largas pestañas, sus cejas perfectamente arqueadas como dos arcos en su rostro y sus mejillas infladas y suaves. Felipe contuvo el aliento al verla allí de pie frente a él, ella le miraba fijamente mientras que tenía una flor amarilla en la mano y en el otro brazo un enorme ramo de dichas flores.
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Secretos del pasado
FanfictionHace muchos siglos atrás... un continente, que como por arte de magia, había aparecido entre las olas del viejo mundo. Nuevas plantas y animales se presentaban ante millones de personas y con ellos, nuevos humanos. Los españoles habían conquistado...