Huye

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Felipe e Isabel llegaron a la aldea en silencio. Al atravesar los muros Felipe pudo percatarse mejor de lo sucedido. Faltaban españoles, muchos. Los pocos que habían parecían estaban tranquilamente sentados en hamacas o andando por la aldea, algunos estaban sentados riendo y jugueteando tras las faldas de algunas nativas. Estaban demasiados ocupados disfrutando como para percatarse de la llegada de Felipe.

El pelirrojo ando en silencio buscando los caballos, eran pocos y probablemente tendrían que robarlos pero la situación así lo requería. En el camino a las caballerizas, el español veía las caras de los nativos. Muchos de ellos no escondían su disgusto ante su presencia, sus ojos reflejaban el odio, la molestia y el dolor de tenerlos allí. Estaba claro que no eran bien recibidos en su modesta aldea. Su mente viajó unos meses atrás, en aquella pequeña finca donde los nativos eran escondidos para posteriormente ser esclavizados y vendidos, ellos tenían los mismos sentimientos en sus ojos.

Nadie dijo nada, Felipe caminó como un fantasma entre la gente su presencia pasaba desapercibida, quizás porque no era muy hablador con el resto de la expedición y eso le venía muy bien en ese mismo momento.

En silencio entraron en la pequeña cabaña y Felipe agarró un par de sacos.

-Mete todo lo necesario, comida, agua, todo lo que puedas- dijo agarrando un cuenco de fruta y volcándolo dentro del saco, Felipe recogía rápidamente todo lo que podía y estaba a su alcance- Agarra también medicina si puedes.

-Lo sé, no te preocupes tengo una pequeña bolsa con medicamentos- dijo Isabel abriendo un baúl y sacando carne seca- Doña Isabel me la dio cuando empecé a ayudarla con los enfermos.

Isabel estaba de rodillas sacando la carne y metiéndola en la bolsa. Cuando terminó agarró la bolsa y la movió acomodando la carne, se puso de pie y se tumbó en el suelo para agarrar bajo el camastro, sacó una pequeña bolsa cuadrada y la abrió, varias hierbas y un par de herramientas algo rudimentaria se encontraba en su interior.

-Me falta vendas y un mortero- dijo cerrando la bolsa y poniéndosela al hombro

Felipe cerró los sacos y los puso sobre su hombro.

-Entre los regalos nos dieron varias telas, ve a agarrar una y busca un mortero. Yo iré preparando los caballos.

-¿Me vas a dejar sola?- dijo algo preocupada

-Isabel...

-Luis y Juan no están, tampoco las mujeres.

Felipe suspiro y se acercó a ella agarrándola de los hombros.

-No pasa nada- dijo con voz serena mirándola a los ojos- Estás en una aldea, solo grita si algo pasa iré rápidamente.-Isabel desvío la mirada no muy convencida del plan. Felipe sonrió y le agarró la barbilla obligándola a mirarlo- Lo siento, Isabel. En otra ocasión no me hubiese importado ayudarte, pero ahora mismo te necesito lo más brava y valiente posible.

Isabel asintió lentamente, Felipe sonrió y le dio un beso en la frente.

-Además... Si alguno de ellos se te acercan...- dijo agachándose un poco para agarrar el muslo de la joven levantándole lentamente la pierna hasta que la rodilla por poco y tocaba la intimidad del hombre- Así, le das aquí de esta manera con todas tus fuerzas al idiota que se te acerque. Tras eso corre hacia mí, yo lo remato.

-Sé donde debo golpear- dijo bajando la pierna- Pero no me atrevo ¿Y se enfada más?

-Que se enfade lo que quiera, ya me encargo yo de tranquilizarlo. Después de todo soy amigo de un fraile- dijo con una sonrisa en el rostro- Y me enseñó a repartir hostias.

Isabel sonrió un poco.

-No te preocupes, estaré cerca. Golpea y grita ¿Entendido?

Isabel asintió agarrando fuertemente la cuerda de su bolsa. Felipe se hecho los saco al hombro y caminó hacia la puerta.

Secretos del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora