Cempoala

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Felipe no dijo nada más, permaneció en silencio sosteniendo las manos de Luis en su cintura. En su interior se sentía algo incómodo, el abrazo podría ser malinterpretado si alguien entrase a la tienda y lo viese. Una parte de él quería romper ya el abrazo, otra simplemente quería dejarle un poco más, se sentía bien que alguien de alta cuna pudiera abrazarlo sin problemas como uno más. En parte sentía ese reconocimiento que tanto quería y no ser alguien que podrían pisotear y mirar por encima del hombro como si fuese un perro abandonado. La sensación era extraña por un lado la incomodidad de un abrazo con otro hombre semi desnudo, por otro se sentía tranquilo ante la presencia de Luis pensaba que no podría encariñarse con ese estúpido hidalgo, pero el rubio tenía algo que hacía su presencia querida o necesaria. Quizás era porque era algo molesto y el silencio que se creaba tras su partida se sentía frío y solitario. Era como una estrella, no iluminaba mucho y podría parecer insignificante pero también era triste ver el cielo y no ver aquella estrella iluminando en la distancia.

Luis suspiro y lo abrazó más fuerte casi hundiendo su cara contra el cuello de Felipe. El pelirrojo volvió a sentir su cuerpo tensarse, su pelos se erizaron cuando sintió el cálido aliento del rubio sortear sus hebras rojas de su pelo y chocar contra su piel.

-Quita- dijo Felipe golpeando la mano de Luis

-No quiero- dijo como un niño pequeño.

-Quita- repitió dando otro golpe.

Luis hizo un sonido de molestia y abrazo más fuerte obligando a Felipe a doblarse un poco. Luis aprovechó y metió su pie haciendo tropezar a Felipe y este cayó al suelo mientras que Luis reía por la travesura sin soltarlo cayendo sobre el pelirrojo.

-Ahora sí, quítate- dijo Felipe moviéndose

-No quiero ¿qué vas hacer?- dijo con una sonrisa sobre Felipe poniendo todo su peso para que no se levantase- Te tengo atrapado y no pienso moverme. - La voz de Luis era juguetona como un niño pequeño provocando un juego- Vamos, Felipe. Imagina que soy el demonio- susurró sobre el cuello de Felipe cerca de su oído- ¿Qué harías si te tengo atrapado de esta manera? ¿Cómo saldrías?

Felipe sentía su rostro ponerse rojo al sentir el aliento del rubio en su cuello y un escalofrío por su cuerpo.

-Por Dios... ¡Quítate- dijo Felipe moviéndose

Luis se rió cuando sintió Felipe moverse y ponerse de rodillas en el suelo levantándose lentamente. Luis movió sus manos abrazándolo de más arriba, casi sobre el pecho, del pelirrojo para tener mejor agarre.

-¿Qué pasa, Feli? Te escucho nervioso- dijo con una sonrisa y algo burlón.

-Odio que alguien me sople en el cuello- Dijo casi molesto intentando quitarse a Luis de encima- Es sensible... No seas crío.

Luis río y echó todo su peso al lateral haciendo que ambos rodasen por el suelo. Felipe luchaba para liberarse de Luis moviéndose como un pez fuera del agua. Luis solo se reía divertido.

-Luis... me voy a enfadar- dijo Felipe intentando librarse del rubio, pero Luis estaba muy pegado a él para poder hacer nada.

Luis reía como un niño ante una travesura. Felipe quería ponerse serio con él pero no podía evitar que una pequeña sonrisa se dibujara en sus labios. Era un buen momento, dentro de lo caótica que se había vuelto su vida, este ligero instante le hacía sentirse más tranquilo. No había batalla, demonio o deber que cumplir. Se estaba sintiendo niño otra vez. Se sentía como cuando era pequeño y jugaba con Pedro por las calles haciendo sus travesuras antes de volver a aquel agujero que tuvo que llamar hogar. Desde que tuvo trece años y tuvo que enterrar a su madre y con ella gran parte de su juventud para volverse hombre no había tenido un juego tan infantil y tonto.

Secretos del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora