Veracruz

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Felipe contemplaba la joya en su mano, sus ojos no se despegaba de ella. Era tan grande como su mano, completamente lisa sin ninguna imperfección perfectamente recortada y bajo el sol era completamente brillante.

-¿Qué es eso?- preguntó Isabel aún tumbada sobre el caballo intentando ver la pieza artesanal.

Felipe observó a su amiga, el recuerdo de aquel maldito sueño lo atacó de nuevo. Recordaba a Isabel encerrada en esa especie de espejo negro ardiendo entre las llamas, su largo cabello negro y liso se arrugaba y retorcía ante el calor, su carne siendo achicharrada de forma cruel y sin piedad y aquella flor amarilla entre sus dedos. La flor... La misma flor que encontró nada más despertar y ahora ese rubí idéntico a la serpiente que se presentó ante él poco después de la muerte de la nativa.

-¿Felipe?- preguntó Isabel extrañada al no recibir respuesta de su amigo.- ¿Pasa algo malo?- su voz se entorno preocupada pero no dejaba intentar ver lo que sostenía el pelirrojo.

-No, nada- dijo con una forzada sonrisa, mientras se giraba a ver a la joven y ocultaba la gema a sus espaldas- Solo... Solo me pareció haber visto algo. No te preocupes.

Isabel lo miró con la ceja alzada y ojos inquisidores, no se tragaba aquello.

Felipe solo le dedicó una leve sonrisa ocultando la joya lo mejor que podía en su ropa, por suerte con la daga podría disimular la extraña joya. De un saltó, el hombre volvió a montar a caballo.

-¡Hey, parejita!- gritó Luis a lo lejos. Ambos miraron al rubio- ¡¿Nos vamos?!

Felipe asintió y enfiló al caballo para empezar el paso hacia Luis.

-¿Vamos?- preguntó mirando a Isabel.

Se sintió y tiró de las riendas. Su caballo obedeció sin problemas. Felipe sonrió débilmente le provocaba gracia la forma inusual, pero efectiva, de Isabel dirigiendo el caballo. Cuando ambos empezaron a ir hacia Luis, Felipe tiró de la camisa de Isabel hacia atrás obligándola a sentarse.

Isabel dio un leve gritó y un sonido de miedo, entre terror y confusión miraba a Felipe.

-Debes de sentarte bien, te harás daño o el caballo se enfadará contigo y te tirará. Ya has visto que no te va a pasar nada por ir montada sobre él.

-No me pasa nada porque lo abrazó a él y no a una cuerda- se defendió casi indignada.

-El caballo no te va a tirar. Escucha Isabel, ahora que estamos cerca vamos a ir galopando. Debes ponerte así para facilitar al caballo el galope y no se ahogue.

Isabel hizo un leve puchero y agarró el sillín junto a las riendas pegando más sus piernas a los costados del caballo.

-Cuando lleguemos con los demás recuérdame a enseñarte a montar de verdad, te será muy útil ya lo verás- dijo con una suave sonrisa mirando a la joven.

-A los indios no nos permiten montar- susurro- Me bajarán nada más me vean y me prohibirán volver a hacerlo.

Felipe soltó un suspiro, era cierto que le habían prohibido a los nativos montar en los caballos y probablemente riñan a Isabel si la veían montada en uno.

-No te preocupes...- dijo casi llegando con Luis- te enseñaré en secreto.

Isabel le miró de reojo y sonrió suavemente, le gustaba esos secretos con Felipe.

¿Qué proponiéndole matrimonio? - preguntó de manera jocosa Luis.

-¿Hasta cuándo tienes pensado seguir con la broma?- dijo Felipe algo arto ya de esa repetitiva broma.

Secretos del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora