Conociendo al enemigo

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-Isabel- repitió Olrox en un susurro- Un nombre español... ¿Cuál era tu nombre? Tu auténtico nombre, el nombre que te pusieron antes de la aparición de los españoles.

Isabel sonrió de manera ladina mientras sus manos agarraba la pequeña bolsa de agua y la llevó a los labios de Felipe para que bebiera.

-No me acuerdo...- dijo en un susurro- Me obligaron a olvidarlo y a olvidar gran parte de lo que era. Resultó fácil pues no me acordaba de mucho. Era muy pequeña cuando llegaron y me llevaron con ellos. Y el miedo también ayuda.

Olrox se quedó en silencio mirando a la joven y el delicado cuidado con el que trataba al español. Parecía no molestarle estar semi desnuda en su presencia como si fuese lo más natural para ella.

-Si te hicieron tanto daño... ¿Por qué no escapas ahora que tienes la oportunidad?- dijo con voz firme sus ojos mostraban la misma firmeza pero también un brillo de curiosidad y duda- Puedes venir conmigo- propuso rápidamente lo cual incluso lo sorprendió- Puedo castigar a ese español, hacer el daño que te hicieron.

-¿Por qué harías eso?- preguntó casi indiferente- Tú y yo no somos iguales. Usamos el español para poder hablar, porque de otro modo no podríamos. No pertenezco a tu gente.

Las palabras de Isabel sonaron duras y crueles. Olrox casi se sorprendió por esa forma de hablar, la joven parecía una niña pero hablaba como mujer. La última vez que la vio estaba llorando asustada agarrando el brazo de aquel hombre, ahora lo miraba indiferente aunque aquel hombre estuviese ella actuaba de otro modo. Puede que la incapacidad de aquel pelirrojo obligaba a la joven a tomar un papel más activo.

-Pero perteneces a la gente que sufrió bajo las espadas de esos hombres- dijo suavemente- Y yo quiero acabar con ellos. Quiero destruirlos, antes de que ellos destruyan mi hogar. -Olrox empezó a hablar más pasional, extasiado ante su propuesta- Has vivido con ellos, sabe lo que piensan, como actúan, lo que comen, cuando duermen, como entrenan y como luchan- Olrox callo para respirar un poco- No pudiste salvar a tu gente, pero puedes salvar a otros. Puedes vengar a tu familia.

Olrox habló con ella mirándola a los ojos intentando convencerla de su plan. Era más sencillo hacerlo con ella que intentar hablar de nuevo con ese o cualquier otro español.

Isabel solo se quedó mirándolo fijamente, su rostro estaba sereno pero por dentro no podía evitar sentir miedo e incomodidad ante la presencia de aquel hombre. Había lastimado a Felipe, quería seguir lastimándolo y no sabía que le iba a hacer a ella. No confiaba en él. Le recordaba a los españoles hablaba de cosas buenas de la misericordia de su dios, de las cosas que había al otro lado del mar y de que les ayudaría a avanzar y ser una civilización pero ya había visto la auténtica cara. ¿Quién le garantizaba tener una vida en su ciudad? Sería una extranjera, una extraña a sus ojos ella sería como un español en vez de una más. Lentamente bajó el rostro y vio el rostro de Felipe, su rostro se encontraba más pálido de lo normal, un ligero sudor empezó a cubrir su cuerpo y su respiración seguía igual de pesada.

"-Vamos, Alfonso...¡HAZ QUE CHILLE!"

"-¡AZOTALA!"

"-¡ENSEÑA A ESA PUTA QUIEN ES EL AMO!"

"-¡AL PERRO CON LA RABIA...SE LES MATA!"

"-Se ha orinado, que guarra es."

"-Es una salvaje... no tiene decencia."

"-Ahora si la tienes mojada, Alfonso."

"-Las zorras como tú no merecen piedad".

"-Te enseñaré a respetar a un hombre, puta salvaje."

Secretos del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora