El médico y la sombra

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Felipe y Juan miraron a la mujer que se levantaba confundida y llorosa del suelo, temblaba por su llanto mientras se agarraba la cabeza y miraba hacia ambos hombres.

-Parece un perro abandonado y lastimado- susurro Felipe

-¿Te da lástima?-dijo con una leve sonrisa.

- ¿A ti no?

-Por suerte o desgracia es algo a lo cual estoy acostumbrado, no es la primera mujer que le pasa eso, y por supuesto no será la última, ¿Acaso crees que las mujeres de ahí adentro no gritaron antes que ella?

Felipe dio un suspiro prolongado mirando a la joven.

-¿De dónde han salido todas esas mujeres?

-De las batallas, como no. Cuando peleas contra un pueblo de indios algunas quedan rezagadas o simplemente no huyen por tiempo o cualquier cosa, otras en cambio son regalos de caciques cuando haces algún trato con ellos, otras eran esposas y cuando sus esposos mueren vienen aquí.

-¿Por qué aquí? ¿No es mejor que se queden allí y buscar un nuevo esposo?- preguntó bastante curioso.

-Ellas no son tontas, saben bajo que ala se deben poner. Saben que hemos venido para quedarnos y que no nos pesa la mano para agarrar una espada. Es mejor arrodillarse ante el león que ser su cena, a no ser que quieras morir.

Felipe la contempló unos momentos más antes de que Juan tirara de él suavemente incitándolo a andar mientras le guiaba. Ambos hombres abandonaron la plaza en silencio.

-¿Qué pasará con ella ahora?

-Lo más probable es que algún hombre se la quede para él, o que algún esclavista la secuestre y acabe en algún burdel. Si tiene suerte y es inteligente irá a la parroquia, pueden que allí la ayuden.

-Creía que estaba prohibido esclavizar a los indios, Su Majestad la reina Isabel lo prohibió en su testamento. Incluso creo recordar que mandó encadenar a Colón por sus desacatos.

Juan río de forma socarrona

- Puede... pero ella está muerta, y España muy lejos, pocos saben lo que pasa aquí. Aunque la corona mandara a gente para poder comprobar que sus leyes se están llevando a cabo, nada garantiza la lealtad de esos hombres, pueden ser corruptos o puede que desde el momento que lleven el informe hasta recibir respuesta pasen muchos meses. Además, poco importa lo que un papel diga, si la gente obedeciera la ley no haría falta un juzgado o soldados patrullando por las noches... la vida no es tan fácil como parece.

-Soy consciente de eso, pero...- Felipe guardó silencio sin saber muy bien qué decir.

Juan río un poco.

-No me digas que eres de esos hombres que obedecen ciegamente las órdenes.-dijo algo burlón.

Felipe no contestó, se sentía avergonzado .

-Vaya... y yo pensando que eras algún mercenario

-¿Por qué creías eso?

-Peleas muy bien y dudo mucho que seas algún soldado de la corona, si eres de lo que le gusta seguir órdenes deberías estar en los tercios o algo así, no aquí donde sólo puedes ofrecer tus servicios como si fuese un mercenario.

-Necesitaba un cambio de aires, eso es todo.

-Más bien un cambio de profesión. ¿Qué te ha traído aquí?

-Pues lo mismo que a todos, supongo, aventuras, riquezas... tener un nombre grabado en la historia...ya sabes, un nuevo comienzo.

-Te entiendo, eso mismo pensaba cuando me trasladé a Portugal en mi juventud, aventuras y ganas de comerme el mundo.- dijo con una sonrisa.

Secretos del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora