Elije

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-¿Qué quieres decir?- refunfuñó el pelirrojo bajo el azteca.

Olrox solo le dedicó una sonrisa ladina sin apartar sus ojos verdes de él.

-Quiero decir... que ella ha estado curándote cuando tú estabas durmiendo. Ha sido ella quién ha curado tu herida y ha usado su cuerpo como escudo para protegerte. Le he ofrecido protección y cuidados si me ayudaba. Un lugar en mi ciudad, pero ella ha decidido seguir a tu lado... aún cuando le dije que las iba a abandonar.- explicó lentamente como a quien le hablaba a un niño pequeño- Por poco y me lo trago- dijo con una sonrisa- Ese numerito de protección, de querer salvarla. Pero...- dijo con disgusto- No eres especial, eres igual al resto. Sé sincero, español ¿Por qué la proteges?

Felipe permanecía en el suelo respirando de manera agitada, aunque sus ojos estaban fijos en el azteca pequeñas miradas fugaces iban hacia Isabel para comprobar que estuviese bien.

-Eso no te incumbe...- susurro mirando a la joven- El porque hago lo que hago es cosa mía. ¿Por qué te importa tanto su bienestar?- dijo volviendo a mirar al Olrox- Ella no es azteca y por lo que tengo entendido, ese pueblo no es precisamente altruista con sus vecinos... Ella ni siquiera pertenece aquí. No debería de importarte lo que haga o le suceda.

Olrox frunció el ceño y sacó su daga del suelo para ponerla sobre el cuello del español mientras sus ojos verdes parecían brillar de ira.

-Tú. No sabes Nada- dijo lentamente marcando bien cada palabra.

-Tú. Sabes. Menos- dijo Felipe con el mismo tono sintiendo la fría piedra acariciar su nuez- No sabes nada de ella de mí. Lo que yo haga o deje de hacer no es tu problema.

Olrox le mostró una sonrisa sarcástica antes de volver a mostrar su rostro serio.

-Al contrario.- dijo casi en tono burlesco- Lo que tú hagas, me interesa. Me interesa bastante, de hecho es por ello que estas aquí. Es por ello que tú sigues respirando. Quiero respuestas... y vas a dármela y me da igual si eres tú o ella pero pienso conseguirlas.

-Jamás- dijo Felipe en un susurro desafiando al azteca.

Olrox chasqueó la lengua cansado de la impertinencia y testarudez del español. Con lentitud retiró la daga del cuello del español y con un giro de muñeca la lanzó suavemente hacia arriba antes de atraparla entre dos de sus dedos por la punta. De un movimiento de brazo y muñeca Olrox lanzó la daga clavándose en el suelo justo frente al rostro de Isabel que soltó un chillido asustada.

-¡Isabel!- gritó Felipe al ver lo cerca que había caído la daga frente a ella y con la fuerza con la que esta se había clavado- ¡Demonio!- gritó mirando a Olrox.

Felipe soltó un jadeo cuando sintió la mano del nativo tocar fuertemente su garganta y como este se puso de pie levantándolo del suelo por el cuello como si fuese un muñeco de trapo. Felipe empezó a patalear y aunque varias patadas llegaban al cuerpo del nativo este parecía insensible a los golpes. Podía sentir incluso la sangre del azteca mojar y resbalar por su pecho, llegando a su herida.

-Español...- susurro con asco- Y ahora dejemos los "halagos" de lado y contesta. ¿Quién eres? ¿De dónde habéis venido? ¿Cuánto sois y qué queréis?- demandó con voz firme y estoica.

Felipe se negaba a contestar, su garganta empezaba a dolerle por la posición en la cual se hallaba y sentía que le costaba respirar.

-No tengo todo el día... responde- la voz del azteca sonaba con fuerza y sus ojos mostraba que la paciencia que tenía estaba en número negativos.

Felipe apretaba la mandíbula retando al nativo con la mirada. No iba a responder, no iba a traicionar a su gente y mucho menos iba a darle lo que el otro quería, eso podría diferenciar su vida y su muerte.

Secretos del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora