Rio

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Isabel despertó pco a poco y vio la luz que se colaba entre las ramas de los árboles. Por la posición del sol se dio cuenta de que era casi mediodía sus ojos, aún adormecidos, buscó la presencia del nativo pero no lo encontró eso hizo que soltara un suspiro de alivio. Incorporándose lentamente y con dolor en su cuerpo por el duro suelo sus ojos capturaron la estampa de Felipe aún tumbado y durmiendo. Lentamente acarició su rostro y pudo sentir como el calor había vuelto a sus mejillas, la respiración lenta pero continua aliviaba a la joven. Con cuidado retiró la tela y vio su herida y pudo ver los primeros signos de cicatrización con un poco de suerte los puntos podrían ser retirados dentro de unos días.

Sintiendo su cuerpo crujir al levantarse la joven agarró el trozo de tela que Olrox y ella usaron para curar la noche anterior. Fue hacia su bolso lleno de agua y lo volvió a mojar quitando el barro seco. Con el paño otra vez húmedo se dispuso a curar de nuevo las heridas. Con suavidad quitó el barro seco y sonrió suavemente al escuchar un gruñido de queja por parte de Felipe.

-No seas quejica- dijo suavemente limpiando la zona- Sabes que tengo que hacerlo

Isabel no podía evitar sonreír, aunque sí podía evitar llorar de alivio, al ver que Felipe empezaba a reaccionar de esa manera. Posiblemente esa era la señal de que poco y nada le quedaba para despertar, con un poco de suerte ese mismo día lo haría. Aunque dicha felicidad duró muy poco al recordar al azteca que seguramente estaría acechando por la zona. Él dijo de darle su espacio tras ver la negativa de ella ante la cura. Eso le hacía pensar en que lugar se había escondido esperándola.

Isabel volvía a pensar en lo de anoche, volvía pensar en Olrox y sus palabras. Creyó que una noche de descanso podría ayudarla pero se levantó sintiendo que no había descansado nada. Su mente aún era un mar en plena tormenta frente aquello. No se creía que pudiese tomar una decisión tan decisiva en un plan tan a futuro como es el de luchar contra los españoles o contra los aztecas. No sentía que pudiese manchar sus manos con tanta sangre cuando lo único que había y quería en su vida, lo único que ella siempre imaginó, era vivir en una casa de madera. No algo muy ostentoso, sino algo humilde y hogareño. Con un cultivo de vegetales a un lado y las paredes de su casa llena de hierbas medicinales pasando el resto de su vida curando y ayudando a las personas. Su vida no fue perfecta, pero fue en parte a eso, que ella pudo encontrar la felicidad y la alegría en poco. Puede que para muchos fuese un sueño ridículo y humilde. Para ella esa humilde casa era un palacio, su huerto su despensa y su ayuda un respiro en las almas atormentadas. Cuando creces con nada lo poco es mucho, cuando creces con miedo y dolor la paz y el alivio es el pináculo que ni todo el oro del mundo puede comparar. Quería aquella casa y quería compartirla con Felipe, con Luis e incluso con Babieca. Quería construir aquellos que otros habían arrebatado, quería construir el hogar de muchos y ser ella aquella mano que se interpone entre Alfonsos y Marianos. Quería ser aquella mano por la cual María suplicó y quería volver aquella voz que hizo que Felipe y Luis liberaran a esa gente. Quería la paz y tomar partido por uno u otro le alejaría de ese destino. Su sueño temblaba amenazando con desaparecer, soñaba con el final y aún no había ni empezado con el principio, pues para ello primero debía sobrevivir a esto.

Isabel terminó de retirar el barro seco y se dispuso a aplicarlo de nuevo, pero al ver aquella masa vio que se había puesto tan dura como una piedra por lo que ya no servía. Un suspiro de resignación escapó de sus labios.

-¿Problemas con la herida?

Isabel dio un leve brinco y chillido al escuchar una voz tras ella. Rápidamente se giró y vio al azteca recostado contra el tronco de un árbol.

-¿Qué haces aquí?- pregunto sorprendida llevando una mano a su pecho por el susto.

Olrox no pudo evitar soltar una leve sonrisa mientras empezaba a caminar hacia ella.

Secretos del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora