Tochin

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-¡Ay!

-Lo siento...

-No pasa nada, el que se debería disculpar es otro.

La voz de Felipe sonaba apacible para la joven nativa que curaba con cuidado la enorme cicatriz en el pecho del español. El pelirrojo en cambio miró mal al azteca que estaba refugiado entre los altos árboles de aquel campamento improvisado. Desde que tomó aquel fruto aquel hombre no había dicho palabra y cuando llegaron al refugio solo se sentó en silencio con la vista perdida observando detenidamente aquel extraño fruto. Felipe simplemente decidió ignorar eso y centrarse en Isabel y la herida, mientras el azteca no hiciese nada él se mantendría al margen.

La vista de Felipe volvió a la joven que intentaba curarlo de manera delicada, sus finos dedos acariciaban la piel alrededor de la herida poniendo un cataplasma hecho de la arcilla que había tomado y algunas hierbas.

-Ya está- dijo terminando de juntar la mezcla y empezar a poner con cuidado la tela para cubrir la herida- Dentro de unas horas volveré a aplicarlo.

-Gracias

Dijo simplemente el español moviéndose con cuidado de no dejar caer la tela. Su estómago volvió a rugir e Isabel soltó una leve risa.

-Será mejor que cocinemos esos pimientos- dijo con voz suave.

Felipe, rojo de la vergüenza, afirmó con la cabeza en silencio antes de acercarse a la casi apagada hoguera.

-Deja, yo lo hago- dijo suavemente la joven tomando algo de leña.

-Isabel, yo...

-Estás herido- interrumpió de manera abrupta sentándose frente a la hoguera lista para avivar la llama- Deja que yo me encargue o si no todo mi trabajo contigo será en vano.

Felipe quería decirle que estaba bien y que no había necesidad de preocuparse tanto, pero ella tenía un tono de voz muy suave a la vez que cortante. Era extraño, por un lado parecía que Isabel quería seguir siendo amable con él pero a la par se mostraba que no tenía muchas ganas de interactuar. Usualmente ella era más juguetona, le hubiese sonreído y le hubiese pedido que al menos limpiase las verduras o en su defecto le hubiese mostrado un falso enfado mientras se quejaba de que le daría más trabajo. Ahora ella parecía muy reticente a la cercanía de Felipe. El pelirrojo al no entender ese cambio simplemente asintió con la cabeza y la dejó hacer después de todo no sabía que había hecho mal y no quería empeorar la situación.

Felipe volvió a mirar al azteca, este se mostraba tranquilo y pensativo con aquel extraño fruto a lado suya mientras que entre sus dedos llevaba lo que parecía ser una larga pluma de unos 60 cm entre sus dedos. Felipe alzó una ceja extrañado pues no se había percatado de tan hermosa pluma hasta ahora. Aquella pluma era hermosa de un color verde-azulado y que parecía extrañamente húmeda.

Olrox sintió la mirada del español y levantó su rostro solo para ver cómo este observaba detenidamente la pluma de sus dedos.

-¿Pasa algo?- preguntó de manera fría y cortante.

Felipe dió un ligero espasmo de sorpresa antes de volver a ver al nativo.

-No... -susurro suavemente desviando la mirada.

Olrox lo miró fijamente antes de dar un sonoro suspiro.

Felipe volvió a voltear su rostro para ver aquellas cosas que tanto le llamaba la atención, sobre todo aquella pluma, pues recordaba verla anteriormente pero no recordaba de donde.

Olrox se percató de la mirada del español y empezó a mover la pluma de un lado a otro y pudo ver cómo los ojos azules del español seguían la pluma. El azteca apretó la mandíbula para evitar reír y siguió moviéndola de manera descuidada hasta que dio un fuerte golpe en el suelo con la mano donde estaba la pluma haciendo que el pelirrojo diera otro brinco de sorpresa y que la joven nativa se pusiera en alerta. Olrox soltó una leve carcajada.

Secretos del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora