Pequeñas Charlas

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Felipe miraba la flor fijamente, un escalofrío recorría su cuerpo helando su sangre.

-¿Dónde has sacado eso?- preguntó Felipe sin apartar la vista de la flor, su voz sonaba fría y distante y su abrazo contra Isabel se hizo más fuerte.- ¿Dónde las has encontrado?

Luis se mostraba extrañado por la reacción del pelirrojo. Sus dedos sostenían de manera firme pero suave a la dedicada flor girándola entre sus dedos.

-¿La flor?- preguntó extrañado- Estaba en el suelo, al lado del camastro. ¿Por qué lo preguntas?

Felipe no contestó, simplemente se quedó mirando la flor fijamente. Era la flor de sus sueños de eso no había duda, pero no entendía cómo había podido soñar sobre una flor que no sabía de su existencia hasta el día de hoy.

-Sácala de aquí, no quiero verla- la voz de Felipe sonaba firme, casi amenazante.

Luis e Isabel se miraron confundidos por la reacción del pelirrojo pero ambos no dijeron nada. Luis volvió a centrarse en Felipe afirmando con la cabeza.

-De acuerdo- susurro antes de salir llevándose la flor consigo.

Felipe se quedó en silencio, tenso y con la mirada fijada en Luis hasta que este desapareció junto a la flor. Isabel no decía nada, solo estaba acurrucada bajo el brazo de Felipe.

Felipe la volteó a ver cuándo por fin la puerta se cerró tras Luis. Sus ojos miraban el rostro de la joven y sus manos acariciaron los antebrazos de esta tocando suavemente la tela que los envolvía.

-¿Te hiciste mucho daño?- susurro

Isabel que estaba acurrucada con los ojos cerrados los abrió para ver a Felipe a los ojos. Sus delgados dedos empezaron a acariciar el brazo del pelirrojo.

-No... Tuve más miedo que dolor en ese momento- susurro- ¿Por qué me soltaste?- susurro con voz doliente intentando aguantar las lágrimas.

Felipe soltó pesadamente el aire de sus pulmones antes de responder.

-No quería arrastrarte conmigo- susurro- Él me iba a llevar, tú no tenías porqué caer conmigo. Prometí protegerte y...

-Y muerto no lo hubieses hecho, Felipe- interrumpió con voz serena pero a la vez rota, con ojos casi lagrimosos. Quería ser fuerte pero sentía que no podría serlo por mucho tiempo.-Si yo decidí sostenerte, si yo decidí aferrarme a ti fue por algo. No quiero volver a estar sola.

-No estás sola, Luis, Juan...

-Ellos no son tú, Felipe- interrumpió abruptamente- Ellos me hubiesen dejado en Cuba con Alfonso, no eres el primer español que me veía, no eres el primer explorador, el primer aventurero, soldado u hombre que me veía...

-Isabel...- susurro con voz cargada de culpa.

-He aprendido... Muchas cosas de ustedes los españoles, he aprendido a rezar, he aprendido vuestro idioma, he aprendido a cocinar nuevos platos... Incluso a satisfacer a un hombre- dijo con sonrisa amarga. Aquella sonrisa fue como un puñal en el corazón del pelirrojo- Pero sobre todo he aprendido... Que estaría más segura en una habitación llena de serpientes venenosas que cerca de uno de ustedes- sentenció mirando a Felipe en los ojos mientras sus labios temblaban.- Estoy aquí, porque no tengo nada, una casa, una familia o alguien que me extrañe. Eres lo único que me queda y dudo mucho que mi próximo dueño me trate tan bien. Solo a tú lado he recordado cómo era dormir sin dolor.

-No soy tu dueño, Isabel- susurro intentando mantenerse fuerte para ella.

Isabel sonrió de manera amarga.

Secretos del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora