Incondicional

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Felipe se sentía flotar sobre la nada, su cuerpo estaba relajado y sus ojos cerrados. Sentía paz y tranquilidad. Todo rastro de dolor parecía haber desaparecido por completo de su cuerpo. Poco después empezó a sentir pequeñas gotas cayendo sobre su rostro y como una mano tapó su boca y nariz. El pelirrojo abrió lentamente los ojos solo para ver cómo el nativo estaba a su lado, la mirada de este era serena y tranquila, el cielo a su espalda seguía gris y brillando con cada relámpago que rompía el cielo. De repente sintió como su cuerpo era empujado hacia abajo del agua.

Felipe empezó a retorcerse y patalear luchando para salir, su cuerpo dolía con cada movimiento pero su instinto lo obligaba a moverse. Pasaron unos escasos segundos que para él fueron interminables cuando por fin sintió las manos retirarse de su cuerpo y puso salir a la superficie. En movimientos rápidos y completamente aleatorios, Felipe buscaba un apoyo, por suerte sus pies tocaron el suelo y pudo ponerse en pie. El hombre tosía con fuerza intentando sacar el agua de sus pulmones y apartaba su cabello mojado de su rostro.

-Inutil, incluso tapándo te la boca y nariz eres capaz de ahogarte- dijo Olrox mirándolo fijamente.

Felipe tosía mientras miraba al azteca sin dejar de toser.

-¿Qué cojones...? - dijo mientras la tos iba disminuyendo- ¿Por qué?

-Para limpiarte- dijo simplemente.

-O matarme- susurró con voz estoica y con ojos centelleantes de odio.

Olrox mostró una leve sonrisa divertida.

-No, no quiero matarte. Ya lo hubiese hecho- dijo de manera serena sin perder la sonrisa- Tú mismo lo has dicho. Te necesito, vivo.

-Pues curiosamente, no me da la impresión de que me quieres vivo- acusó de manera escéptica

-Sigues siendo español al final del día.

-Y tú sigues siendo un maldito demonio lujurioso que devora carne y sangre de gente inocente- acusó encarando al azteca mirándolo fijamente- Un ser creado solo para torturar y castigar al rebaño de Dios. Una. Asquerosa. Serpiente.- dijo lentamente remarcando las últimas tres palabras.

Olrox soltó una carcajada.

-¿Aún sigues con eso, tochin? ¿Cuando te enterarás?- dijo borrando su sonrisa y mirando fijamente los ojos del español, estos parecían brillar con burla- Yo no soy hijo de tu Dios- susurró.

-No, eres del diablo, en tus ojos veo la serpiente que eres en verdad.

Olrox apretó su mandíbula y frunció levemente el ceño. Aquellas palabras le devolvieron aquel recuerdo de Quetzalcóatl y temía que aquellas palabras no fuesen del todo una mentira.

-Tú, no sabes nada de mi, español. Tú no puedes ver nada en verdad que no sea más allá de la punta de tu nariz- susurró sin dejar de mirarlo- Tan sordo estás que no escuchas a la gente de tu alrededor. Tapas sus gritos con tus canciones, canciones que parecen dedicadas a tus Dios- dijo con cierto tono burlesco.

-Eso no es verdad- susurró, su voz sonaba tensa y su mandíbula estaba tan apretada que apenas movió la boca para hablar.

Olrox soltó una suave carcajada y se acercó has escasos centímetros del rostro del español.

-¿No? Entonces admites que cuando Isabel te pida que la soltaras ¿Tú la ignoraste deliberadamente?- preguntó burlón- ¿Aún cuando se hacía daño intentando liberarse?- Felipe se congeló en ese momento, la respiración del español parecía haberse pausado y eso provocó que Olrox volviese a sonreír- Vamos, estoy esperando, tochin ¿Lo hiciste a propósito o no?

Secretos del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora