Absuelto.

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Una habitación fría y oscura; Harry caminaba por un pasillo tenebroso, observando esferas que brillaban con tal intensidad que parecían ocultar secretos insondables. Continuó su camino hasta llegar a una puerta negra, y entonces...

—Harry, Harry, despierta —murmuró Hermione, su mejor amiga, moviéndolo levemente para devolverlo a la realidad—. ¡Es hoy, despierta! —insistió. Harry se incorporó de repente y, para su sorpresa, escuchó un rugido, un león resonando en la distancia, aunque tras unos momentos se dio cuenta de que eran, en realidad, los ronquidos de Ron, que dormía plácidamente a un costado, con su nueva escoba a su lado.

—Hermione —dijo Harry, mientras buscaba sus anteojos redondos en el buró cerca de su cama. Al ponérselos, continuó hablando, aún tratando de aferrarse a los vestigios de aquel sueño—. Soñé algo... —hizo un gesto de concentración, intentando mantener intactos los recuerdos, por más insignificantes que fueran.

—Tienes que vestirte, Harry —replicó su amiga, sin prestar mucha atención a su necesidad de compartir lo que había experimentado—. ¡Es hoy! —continuó, entregándole una camisa azul, un saco gris oscuro con un sutil diseño de rayas y un pantalón beige liso—. La señora Weasley nos pidió a Ginny y a mí que eligiéramos una ropa que diera buena impresión, y concluimos —dijo, ahora con un tono más suave, mientras intentaba domar con sus manos el indomable cabello del pelinegro—.

—Me lo corté este verano —murmuró Harry con voz apagada.
—¡Brillante! —respondió Hermione, sonriendo—. Concluimos que te verás muy guapo.

El hecho de que Hermione dijera que Ginny coincidía con ella sobre lo "guapo" que se vería con ese traje hizo que Harry se decidiera a ponérselo, aunque luego pensó en Michael Corner y su ánimo se desinfló de inmediato. Se había pasado toda su estancia en aquella casa ocupado limpiando y distrayéndose, sin pensar demasiado en ese día. Estaba nervioso, pero confiaba en Dumbledore; sabía que podría persuadir al Ministerio, a pesar de que el propio ministro no parecía estar contento con él.

Se vistió rápidamente y, para su sorpresa, su mejor amigo aún dormía como una roca, roncando con una sonoridad que podría haber competido con la de un trueno. Salió de la habitación y vio a Sirius emerger de otra.
—¿Ya te vas? —le preguntó su padrino, sosteniendo un balde de ratas muertas en su mano izquierda y girando el picaporte con la derecha.
—¿Cómo está Buckbeak? —preguntó Harry, intentando evitar el tema de la visita al Ministerio. Ya estaba lo suficientemente nervioso como para que Sirius le lanzara mensajes de ánimo vacíos; aunque fueran bienintencionados, no tenían el peso de la influencia de Fudge y, por ende, no servirían de mucho.
—¿Te refieres a Whiterwings? —dijo Sirius, guiñándole el ojo—. Está aburrido, igual que yo, pues es...
—Un fugitivo, igual que tú —terminó Harry, divertido y sonriendo por primera vez esa mañana.

Sirius rió, soltó el picaporte y llamó a Harry con un gesto para que lo abrazara.
—Suerte —dijo su padrino mientras Harry se separaba lentamente de él. Asintió, aunque antes de bajar, se volvió hacia Sirius y le hizo la pregunta que lo había atormentado en los días de su cautiverio en Privet Drive.
—Sirius, si me condenan... ¿puedo vivir contigo?

Sirius, sorprendido por la pregunta, rió brevemente y, tras un instante de reflexión, contestó con seguridad:
—Estoy seguro de que no lo harán —respondió su padrino—. Pero si el Ministerio resulta ser tan estúpido como para condenar a un mago tan talentoso —continuó—, por supuesto que puedes quedarte conmigo, Harry. Esta es tu casa —concluyó Sirius, sonriendo.

Las palabras de Sirius, tan conmovedoras y esperanzadoras, le dieron a Harry la fortaleza necesaria para bajar las escaleras, entrar en la cocina, desayunar y despedirse de todos.
—Cariño, ¡buena suerte! —dijo Molly, dándole un gran abrazo a Harry.
—Te esperamos de regreso, Harry —dijo Lupin, estrechándole la mano al joven.
—Te deseo mucha suerte, Harry —dijo Ginny, con una gran sonrisa en su rostro.
—Todo saldrá bien, Harry —agregó Hermione, casi llorando, y abrazándolo con una fuerza igual o mayor que la de la señora Weasley.

Harry Potter y la Orden del Fénix. 2.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora