¿Qué tira del carruaje?

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—Ron, Hermione —llamó Harry buscando a sus amigos entre todos los alumnos que deambulaban por los vagones.

—Harry, aquí —respondió Hermione, señalándole un compartimiento vacío.

Harry se dirigió hacia donde le indicaba su mejor amiga, tirando de su baúl con una mano y cargando la jaula de Hedwig con la otra. Al sentarse, vio a una chica rubia, tan blanca como la nieve, que leía un periódico que en la parte superior rezaba "El Quisquilloso". Harry tuvo que ladear el rostro para leer el encabezado, pues la extraña chica leía aquel periódico al revés.

“Los Plimpys se organizan para reclamar su territorio en los lagos del norte”

—Les presento a Lunati... —Hermione se detuvo de repente, con un gesto de arrepentimiento, y corrigió rápidamente al notar que la muchacha rubia la miraba con unos ojos tan claros que Harry sentía que a través de su retina podía ver sus almas.

—Luna Lovegood —Corrigió Hermione, tratando de esbozar una sonrisa. La chica se la devolvio amablemente sin emitir palabra alguna.

De pronto, dos figuras más entraron al vagón.

—Hola a todos —dijo un chico que Harry recordó haber visto unos minutos atrás en una fotografía, representado por sus padres.

—Hola, chicos —siguió una chica a la que Harry había visto casi todas las vacaciones, tanto despierto como en sus sueños.

Ginny y Neville se sentaron. Neville lo hizo junto a Harry, sosteniendo a su sapo, Trevor.

—Hola, Luna —dijo Ginny, sonriente, mientras se acomodaba junto a Hermione.

Pasaron algunas horas. Los chicos conversaban mientras el cielo permanecía nublado y oscuro. A veces, Harry se perdía mirando el cristal empañado cuando acercaba su rostro. En una de esas ocasiones, la puerta se abrió y Harry al voltear, vio a una chica muy atractiva, de rasgos asiáticos, que sonreía con nerviosismo.

—Eres Ginny, ¿verdad? —preguntó Cho Chang, mirando a Ginny.

—Sí —respondió la pelirroja, extrañada.

—Michael Corner te busca.

Hermione hizo una mueca coqueta y soltó un "uhh" sonoro mientras miraba a Ginny. Ron, por su parte, frunció el ceño con desagrado y ni siquiera miró a su hermana. Harry solo quería estrellar su cabeza contra el cristal. Neville se quedo pasmado, lo que aprovecho su sapo, Trevor, para saltar de la bolsa de su camisa y emprender una de sus ya clásicas huidas. En cuanto a Luna ni siquiera apartó los ojos de su lectura.

Ginny se levantó y salió del vagón, cruzando al lado de Cho. Harry sintió la incomodidad inherente a una mirada fija, giró hacia la fuente de aquella intensidad y se encontró con los ojos de Cho, cuyas mejillas se sonrojaron de inmediato. Aprovechando que tenía su atención, antes de apartar la mirada, comentó:

—Nos vemos, Harry.

Luego salió tras Ginny.

Harry no sabía qué pensar. Cho era muy hermosa, pero sus sentimientos por Ginny eran fuertes y se habían fortalecido durante todo el verano. Antes de aquello, le habría gustado mucho que Cho demostrara interés en él; hubiese dado lo que fuera por ir con ella al baile de Navidad durante el Torneo de los Tres Magos el año pasado. Pero ella fue con Cedric, y de hecho, habían tenido una relación hasta que, bueno, ocurrió aquello trágico que todos preferían no comentar.

Cuando restaban dos horas para arribar a la estación de Hogsmeade, Hermione y Ron salieron de su pequeño compartimiento y se dirigieron al vagón asignado a los prefectos para tomar sus puestos, no sin antes encargarle a Harry y Neville que cuidaran de Pigwidgeon y Crookshanks.
—No se preocupen —les dijo Harry, y luego les deseó suerte a sus dos mejores amigos.

La tarde había caído y la luna comenzaba a asomarse sobre el gran lago. Por fin, el Expreso de Hogwarts frenó su recorrido, y los chicos comenzaron a salir de sus vagones, justo cuando Hermione y Ron regresaban para recoger sus cosas.

Salieron del tren y caminaron hacia los carruajes, cuando de pronto, una figura alta y delgada que venía caminando detrás se apresuró a adelantarlos. También pudieron ver dos sombras más grandes que acompañaban a la figura.

—Potter, pensé que no te vería este año —expresó una voz cargada de prepotencia—. Según mi padre, no durarás mucho; hay una celda en Azkaban con tu nombre.

Era Draco Malfoy, como siempre buscando molestar a Harry. El comentario provocó las risas de Crabbe y Goyle, que venían detrás de Draco como sus guardaespaldas personales.

Harry se enfurecio de inmediato. Sintió cómo una ira primitiva recorría su cuerpo, rompiendo de súbito su tolerancia. El instinto lo hizo abalanzarse contra Draco con violencia, sorprendiendo al rubio, quien dio dos pasos hacia atrás esperando un puñetazo. Pero Ron lo detuvo, sujetándolo mientras Harry intentaba zafarse de los brazos de su amigo.

—¿Lo ven? —dijo Draco a Crabbe y Goyle, recuperándose de la sorpresa—. Les dije que estaba loco.
El rubio se alejó rápidamente con sus amigos.

—¡No te metas conmigo! —gritó Harry furioso, aunque ahora ofrecía menos resistencia hasta que finalmente se liberó de Ron sin decir nada más.

Sintió un dolor punzante en su cicatriz. Le pareció extraño el momento; estaba seguro de que el comentario de Draco no había sido tan grave como para provocar una reacción así. Se suponía que ya estaba acostumbrado a sus provocaciones, pero esta vez no pudo ignorarlo. Era como si aquella reacción no hubiese sido suya. Su rostro volvió a su expresión normal cuando vio a Ginny marchándose en un carruaje con Neville.

De repente, sintió como si alguien le respirara en la nuca. Volteó de inmediato y vio lo que parecía un caballo con rasgos reptiloides, como de dragón, y grandes alas pegadas a su costado. Harry observó a la criatura sombría con sorpresa y preguntó al aire:

—¿Qué es eso?

—¿Qué es qué, Harry? —dijo Hermione, extrañada.

—Eso, lo que tira del carruaje —señaló Harry, señalando a la criatura.

—Nada tira del carruaje, Harry, se mueve solo, como siempre —respondió Ron, colocando una mano en el hombro de su amigo.

Harry no entendía. Pensó que le estaban haciendo una broma, pero las caras serias de sus amigos le hicieron darse cuenta de que no, no bromeaban. Primero vio el rostro de Voldemort en un hombre común y corriente, luego lo que había sucedido con Draco hacía unos momentos, y ahora se encontraba ante aquella inquietante criatura que parecia invisible para el resto de sus compañeros. Comenzó a pensar seriamente si había perdido la cabeza, cuando una voz que no conocía lo sacó del trance. Al voltear, se encontró con aquellos ojos casi grises y profundos que había visto brevemente en el vagón del tren. Era Luna. La rubia expresó con aire soñador:

—No estás loco, Harry. Yo también los veo. O, al menos, estás igual de cuerdo que yo.

Luna dijo esto mientras se alejaba de Harry y subía al carruaje, donde ya estaban Ron y Hermione, algo incómodos por la presencia de la chica. Harry hizo lo mismo, sentándose junto a Luna, que comentó alegremente mientras la criatura emprendia marcha en dirección al castillo:

—Ojalá haya pudin.

Harry Potter y la Orden del Fénix. 2.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora