Eres brillante

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—Cuídense mucho —expresaba tiernamente la señora Weasley mientras veía a los cinco chicos ingresar al Expreso de Hogwarts, en aquella concurrida estación de King’s Cross.

Las vacaciones decembrinas habían acabado y era hora de volver al castillo. Harry buscaba en los vagones a su mejor amiga; intuía que Hermione ya había abordado. Finalmente, pudo ver a Crookshanks a través del cristal de uno de ellos, que se emocionó al verlo. Hermione se percató de la reacción de su gato mitad Kneazle y salió al pasillo del expreso, encontrándose con Harry, abrazándolo fuertemente. Detrás de Harry venían Ron y Ginny, quien también recibió un abrazo de la castaña, aunque Ron solo le dijo "hola" y se metió, con un movimiento errático, en el compartimiento del tren.

—¿Cómo estuvieron sus vacaciones? —preguntaba Hermione, tratando de evitar el tema del señor Weasley, lo cual Harry agradeció.

—Buenas —respondió Ginny—. ¿Y las tuyas, Hermione?

—Buenas también —respondió la castaña, aunque después corrigió—. En realidad, no soy muy fanática de esquiar.

Ron y Ginny se quedaron sorprendidos, así que Hermione les explicó qué significaba, cuáles eran sus implicaciones y lo que era un deporte muggle de "alto riesgo".

—Demonios —dijo Ron cuando Hermione les contó de un accidente que había tenido durante sus vacaciones en la montaña con un esquiador.

—¿Y está bien? —preguntó el pelirrojo, escandalizado.

—Sí, solo unos cuantos puntos de sutura en la cabeza. Por eso, las personas que no poseen magia tienen que ser cuidadosas y tomar precauciones —concluyó Hermione, reflexiva.

Después de cuatro horas de viaje, donde Hermione había regañado a Ron por no haberse puesto el suéter que le había regalado Molly, la castaña avisó al pelirrojo que, de nuevo, tenían que reportarse como prefectos, dejando a Ginny y Harry solos.

—Suerte —les dijo Ginny a los dos cuando los vio marchar.

Luego de unos minutos, en los que Harry no supo qué decir, finalmente notó lo que hacía Ginny, así podría sacarle plática o, quizá, hacer un comentario inteligente, aunque no era tan brillante para eso, ni tenía tanta suerte. Ginny leía un periódico que no era el Profeta, y Harry entonces preguntó:

—¿Algo interesante?

—No —respondió Ginny, dejando el periódico a un lado—. Es del papá de Luna, es un periódico independiente y bastante irreverente, si me lo preguntan —soltó Ginny, un tanto divertida.

—Luna mencionó que su padre me creía, sobre lo de Voldemort —mencionó Harry, ahora por fin teniendo un tema de conversación, aunque al escuchar ese nombre, Ginny se tensó un poco, pero después de unos instantes se recompuso.

—¿Hablaste con Luna? —preguntó ahora la pelirroja, sorprendida—. Ella no me dijo nada.

—¿Tenía que decirte algo? —respondió Harry, haciendo ruborizar a Ginny, que miraba sus zapatos apenada.

—No —respondió por fin después de unos segundos—. Es solo que ella me cuenta todo.

Harry sonrió y tomó el periódico que Ginny había dejado en la mesa. Lo abrió y vio un artículo titulado "Nargles: un enemigo silencioso para tus muérdagos".

—¿Algo interesante? —preguntó ahora Ginny, haciendo reír a Harry. Ambos guardaron silencio de nuevo, hasta que Ginny se levantó.

—¿A dónde vas? —preguntó Harry, quizá de una forma un tanto extraña.

Ginny lo miró raro y, después de una sonrisita tímida, respondió:

—Al tocador. Tranquilo, vuelvo pronto para protegerte de los Nargles —recitó la hermosa chica sarcásticamente, para después salir.

Harry Potter y la Orden del Fénix. 2.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora