Harry llegó empapado al despacho del director, que estaba de espaldas mirando la ventana mientras la profesora McGonagall trataba de explicarle el motivo de aquella irrupción en la madrugada. Se sentía muy mal; quizás era la pesadilla más angustiante que había tenido en su vida: él, siendo la serpiente de Voldemort, atacando ferozmente al mago que lo había acogido como parte de su familia.
Sin voltear, Dumbledore se refirió a Harry:
—¿Qué sucedía en el sueño? —preguntó con un tono frío.
—La serpiente estaba en el Ministerio —dijo Harry, tragando saliva. Le costaba hablar; sentía un agotamiento mortal, como si, en lugar de haber estado acostado en el suave colchón de su dormitorio, hubiera sostenido una pelea encarnizada con la bestia que resguardaba el Lago Negro—. Era el lugar donde fue mi juicio. Había una puerta negra, y el señor Weasley estaba haciendo guardia.
Ron palideció al escuchar el nombre de su padre.
—La serpiente lo atacó, lo mordió muchas veces en el cuello.
Dumbledore, ahora alertado, caminó hacia el retrato de un mago anciano que lo miraba con preocupación.
—Everard, ve a tu cuadro en el Ministerio y verifica cómo se encuentra Arthur Weasley.
Everard obedeció. Harry no entendía el comportamiento de Dumbledore; le frustraba que no lo mirara, que adoptara esa actitud tan misteriosa todo el semestre. Tenía muchas preguntas sobre por qué le pasaba esto, por qué podía ver cosas que sucedían a kilómetros de distancia, por qué le habían atacado dos dementores en el verano y cómo todo estaba relacionado con Voldemort.
Después de unos eternos minutos, Everard regresó con información que hizo que Harry comprobara que su sueño había pasado en realidad.
—Lo encontraron, Albus. Está grave.
Harry sentía una impotencia abrumadora y trató de llamar la atención del director, que ahora se acercaba a otro retrato, esta vez de una bruja anciana que también miraba expectante.
—Dilys, ¿escuchaste todo? —La bruja asintió—. Ya sabes qué hacer —sentenció Dumbledore, y ella partió de su retrato.
—Señor —repetía Harry afligido, mientras Dumbledore, ignorándolo, se dirigía hacia otro retrato, uno que “dormía”.
—Phineas, ve a tu retrato en Grimmauld Place. Avisa a todos que Arthur Weasley está herido, que lo están transladando a San Mungo y que sus hijos irán para allá.
El tercer retrato obedeció, aunque no parecía muy dispuesto a ayudar.
Harry, harto de ser ignorado, sintió como si algo le subiera por el cuello. Parpadeó por unos segundos y adoptó una mirada de odio al ver a Dumbledore sacar una cuchara de su escritorio.
—¡ESCUCHEME! —gritó con furia, desconcertando a todos, incluidos los otros chicos Weasley y Nick Casi Decapitado, que venía al frente guiándolos hacia el despacho.
—¿Qué me está pasando? —dijo con un tono lastimero, al borde del llanto. Nuevamente, habían aparecido esos ataques de ira en él, una ira que no parecía ser suya, una ira que deseaba hacer daño, el mayor daño posible.
Dumbledore finalmente lo miró, atónito, y le pidió a McGonagall que trajera a alguien.
—Severus.
Después de un rato, Snape entró por la puerta del despacho. Al verlo, Dumbledore le expresó:
—Me temo que no podemos esperar más.
Era como si Dumbledore hubiera previsto ese momento, considerándolo como uno de quiebre que le permitiría corroborar algo que le preocupaba de sobremanera.
Snape tomó a Harry del brazo y lo llevó a las mazmorras, obligándolo a sentarse mientras parecía preparar una lección. Harry lo miraba con una expresión de derrota y tristeza. Finalmente, Snape, tomando su varita, dijo con su habitual tono oscuro:
—Parece que tienes una conexión con la mente del Señor Tenebroso. Ruega porque aún no se haya percatado de ello.
—¿Eso significa que puede saber lo que hago, lo que pienso (…)?
—Lo que anhelas… —Snape hizo una pausa, como si deliberadamente buscara subrayar cada palabra escupida—. ...y lo que amas.
Harry no dijo nada. Muy en el fondo lo sabía; no era en vano tener sueños recurrentes con Voldemort, sueños tan vívidos y desgastantes. No era algo normal. Pero no quería aceptarlo, temía convertirse en él; le aterraba que todas aquellas conexiones fueran porque dentro de él se cocía a fuego lento un alma oscura que, tarde o temprano, saldría a la luz.
—En el pasado, el Señor Tenebroso gozaba de torturar psicológicamente a sus víctimas, invadiendo sus mentes y visitando sus recuerdos. Era tanta la agonía, que le suplicaban piedad, rogaban que los matara, y solo así él los acababa —Snape levantó su varita hacia Harry—. Pero nosotros no queremos que te suceda eso. ¿O sí, Potter? Voy a tratar de entrar en tu mente. Bloquéame, impídeme el paso; no dejes que llegue a tus recuerdos más preciados. Pon tu mente en blanco.
Harry trató de hacerlo con todas las fuerzas que aún le quedaban.
—Ahora, Potter —gritó Snape, antes de recitar—: Legeremens.
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Harry Potter y la Orden del Fénix. 2.0
Fanfic¡Hola! soy un gran fanático del mundo mágico de Rowling y hace mucho empecé a leer historias que los fans hacían en esta plataforma, me emociona la idea de crear algo así. Por supuesto, la base argumental de las historias que haré, serán de las pelí...