🖕 ℭ𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔗𝔯𝔢𝔦𝔫𝔱𝔞 🖕

170 34 2
                                    


" Park YaZaelly, diecisiete añitos de joder la vida de Park YajaTzaelly "


— ¡Hyungie, Hyungie!

YajaTzael había salido del auto más dormido que despierto y, muy difícil de creer, vivito y coleando luego de haber conducido más de la mitad del camino con los ojos cerrados. Eso se debió a que había hecho doble turno en el hospital, por ello no logró dormir ni cinco minutos allá, así que el sueño se intensificó cuando entró al auto y su cerebro supo que ya el trabajo había terminado.

Ahora, el punto en sí no es que era amigo de la muerte, el punto en sí era que Zael estaba esperándolo afuera de la casa, aparentemente lleno de felicidad por eso de que tenía una sonrisa grande mientras saltaba y aplaudía como niño pequeño e incomprendido. Tal cosa se le hizo muy extraño, tanto porque esa sonrisa debía estarle costando algún nervio rígido como porque algo debió de haber hecho para estar así y solo esperaba que ese algo fuera bueno.

— ¡YajaTzaelly!

— Gatito, ¿qué hiciste? Estás muy raro... más.

— ¡YajaTzaelly, YajaTzaelly!

— ¿Volviste a comer aguacate en la mañana? Ya te he dicho que eso te da efectos alucinógenos.

— ¡No, no!

— Gatito malo, eso no se hace. No sé qué hiciste, pero eso no se hace.

Cuando llegó frente a Zael, fue abrazado y básicamente asfixiado por ese gatito extraño, y ya de plano andaba pensando que algo pudo haberse fumado o ingerido, porque estaba más nefasto e hiperactivo de lo normal, así que tal vez comió aguacate en la mañana o bien pudo haberse comido algo vencido, pero más de algo tuvo que haberse tragado para estar de esa forma tan extraña.

— Gatito, ya me estás asustando. A ver, abre la boca.

— ¡YajaTzaelly!

Porque se le lanzó encima tuvo que cargarlo, eso quiere decir que esas piernotas gordas estaban alrededor de su cintura y esos brazos pálidos en sus hombros, así que fue fácil abrirle la boca a fuerza para verificar si se había tragado algo no comestible que explicara su actitud tan enmariguana, pero no encontró nada más que unos dientecitos blanquitos, una lengua inquieta y unas encías rositas. Entonces se fue con los ojos, los cuales también abrió en busca de encontrar signo de drogadicción, mas tampoco encontró nada.

— ¿Qué hiciste?

— Uh...

— ¿Quemaste la ropa? ¿Le sacaste el color? ¿Rompiste algo?

— No, no.

— ¿Y entonces?

— ¡YajaTzaelly, tengo dos noticias! ¡Una buena y una mala!

La verdad es que tenía miedo de preguntar y saber de qué se trataban esas dos noticias, así que tenía más ganas de preguntar por qué había una mala que preguntar por qué había una buena. No le quedó más que suspirar, darse autoterapia y prepararse para cualquier bomba que Zael lanzara sin avisar, porque eso de que tuviera una noticia buena y una mala, no le daba buena espina y menos si eso venía de parte de un desastre con patas.

— ¿Cuál quieres primero? ¿La buena o la mala?

— Después del susto que venga el gusto, así que la mala.

— Bien. La buena es que... ¡logré hacer mi primer huevo frito! ¡¿Puedes creerlo?! ¡Y me quedó rico! — Zael rió — Y digo que me quedó porque es que ya me lo comí, pero el punto es que no me pasé de sal ni de aceite ni se me quemó. ¡YajaTzaelly!

Bien.

Muy bien.

A simple vista eso podría ser bueno por el hecho de que cocinó su primer huevito sin quemarlo en el proceso, pero algo le decía a YajaTzael que si no quemó el huevo es porque quemó otra cosa y ya venía imaginando qué pudo haber sido esa cosa. Entonces no podía estar del todo feliz si al final le terminaba diciendo que la mala noticia es que quemó la cocina por dos millones setecientas cincuenta y nueve mil doscientas cuarenta y seis vez.

— Gatito.

— Mande.

— Dime que la mala noticia no es que quemaste la cocina.

— No, no la quemé, Hyungie.

— Joder, qué alivio. Yo ya andaba pensando que...

— Pero sí la quemé.

Zael peló los dientes hasta mostrar que eran dignos de un anuncio de pasta dental por lo bonitos y adorables que eran, pero el motivo de su sonrisa no fue para hacer un casting acerca de pasta dental, sino más bien para parecer inocente ante los ojos de YajaTzael y que no se enojara por haber quemado la cocina nuevamente cuando hace menos de un mes la habían terminado de reparar, pues la había quemado al querer preparar algo de comer.

— Min...

— No.

— Zael...

— Ay, no.

— Sin...

— Pero, YajaTzaelly, yo no hice nada.

— Gatito...

— Mande.

— Agregado...

— Pero trátame bonito, ¿sí?

YajaTzael suspiró, sin decir nada bajó a ese desastre con patas para entrar a la casa e ir directo a la cocina en busca de ver cómo quedó luego de ser víctima de las manos asesinas de esa gatito, que lo que tenía de bonito lo tenía de torpe. Entonces, cuando entró a la cocina, supo que debía llamar a un arquitecto para que hiciera una nueva, porque esa quedó más irreconocible que él cuando lograba embriagarse.

— Min Zael.

— ¿Sí, YajaTzaelly?

— ¿Qué tienes que decir ante esto?

— Uh... ¿que el huevo frito me quedó rico?

— No. ¿Entraste a la cocina aun sabiendo que no debías? Responde.

— Sí.

— Justifica tu respuesta.

— Porque sí.

En busca de coger paciencia, se pasó las manos por la cara mientras suspiraba por lo alto para hacerle saber a Zael que estaba disgustado por lo que hizo, pero también feliz por haber cocinado algo sin quemarlo. Aunque era difícil enojarse con ese hombre si estaba comiéndose las migajas que quedaron en el sartén en donde hizo el dichoso huevo, sin embargo, debía regañarlo por haberlo desobedecido.

— No debías entrar aquí. Gatito, te lo he dicho muchas veces y sigues sin entender.

— Lo sé.

— ¿Y entonces?

— La verdad no me arrepiento de nada, ¡porque cociné algo sin quemarlo!

— ¡Pero quemaste la cocina, gatito estúpido!

— Uh, sí... pero poquito, no mucho.

Joder.

YajaTzael no sabía en serio qué iba a hacer con ese gatito malcriado, desobediente, necio, mimado, sensible, caprichoso y llorón. Simplemente no sabía hasta dónde iba a parar con tantas locuras que hacía al día, porque si no rompía algo, lo terminaba quemando o bien las dos cosas, primero lo rompía y luego lo quemaba. Ahora no sabía si él requería más paciencia con Zael que Zael con él, pero lo que sí sabía que es que eso nunca iba a terminar mientras ese gatito fuera un desobediente.

— Gatito.

— Mande.

— ¿De qué color quieres la cocina? Anda, ve a buscar los diseños.

Era lo único que quedaba.














𝔐𝔯. 𝔇𝔢𝔪𝔬𝔫𝔦𝔬 (Pɑrk YɑjɑTzɑel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora