🖕 ℭ𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔇𝔬𝔠𝔢 🖕

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" Park YaZaelly, nueve añitos de joder la vida de Park YajaTzaelly "

Un año después de la pandemia, de esa pandemia que acabó con millones de personas en todo el mundo, que aisló a las familias y ocasionó una producción de película en vida, algo más allá de la ficción y de lo irreal. Un año después, la pandemia seguía, el aislamiento seguía, pero al menos había disminuido y gracias a ello todo estaba volviendo a la normalidad poco a poco.

— Un año sin pisar esta casa.

YajaTzael cogió mucho aire, buscando reunir el valor, el coraje y las agallas para entrar a esa casa de la que había salido hace más de un año y a la que no creyó regresar luego de haber cogido el virus, de haber debatido entre la vida y la muerte, de haber sido testigo de lo feo que era estar aislado, alrededor de máquinas y con cero esperanzas de vida, pero ahí estaba, siendo una yerba mala que nunca moría. Una yerba mala que tenía meses de no ver a su familia, a su hermano, a sus hijos.

Se tragó las lágrimas y prefirió llorar por dentro de su gastado corazón, porque estaba agotado, estresado, ansioso y depresivo, porque ese año había sido un completo tormento que dejó psicosis, secuelas y traumas que nunca olvidaría. Se tragó las lágrimas porque sabía que al entrar ahí no encontraría un abrazo o una sonrisa, sabía que nada de eso habría luego de la pelea que había tenido con todos, en donde se fueron y lo dejaron.

Negando entonces entró, no esperó buscar a nadie, solo corrió hacia las escaleras en busca de cambiarse de ropa porque, aunque ya tuviera puesta la vacuna contra el virus, todo en ese momento era incierto. Llegó al segundo piso, entró a una de las habitaciones vacías y se fue directo a la cama, en donde estaba una maleta de ropa limpia.

— Un año sin verte.

— No creo que te haya hecho falta.

No lloró precisamente por la presencia de Zael en esa habitación, lloró porque encontró una medalla al abrir la maleta, una medalla que le perteneció a la persona que siempre estuvo con él, que siempre estuvo alentándolo, apoyándolo, animándolo y amándolo. La persona que se había ido sin despedirse, a la que él no pudo ver partir, esa persona que lo amó con cada uno de sus defectos.

— ¿Puedo saber... para qué me pediste que hiciera tus maletas?

— Porque me iré de aquí, porque ya no tengo nada más que hacer aquí, porque por fin entendí que no soy lo que tú esperas que sea — Respondió — Porque ya lo he perdido todo en mi vida, por eso. No creo que te haga falta, ¿sabes? Al fin y al cabo fuiste tú quien se fue por mis errores.

Desde la entrada de la habitación, Zael se abrazó a sí mismo por las horas frías que estaban viviendo, se abrigó mejor y nostálgico lo miró cambiarse de ropa, con ganas de acercarse y abrazarlo, decirle que lo había extrañado y que lo amaba a pesar de todo. Sin embargo, era él quien estaba reacio, frío y arisco, como si fueran dos desconocidos que no podían cruzar palabras.

— Solo quería que te dieras cuenta de que nos habías fallado.

Él en serio que no lo podía creer y porque no lo creía es que dejó de meter la ropa a la maleta para apoyar las manos sobre ella y negar con toda la decepción que nunca había sentido. Estaba sin estabilidad emocional, estaba roto, estaba depresivo y ansioso, no estaba para peleas, para reclamos, para señales. No estaba más para ese tipo de cosas en las que siempre debía quedarse callado para estar bien.

— ¿Y cuando ustedes me han fallado?

— ¿Ah?

— ¡¿Cuándo yo he reclamado cuando ustedes me fallaron?! ¡¿Cuándo les dije algo la vez que olvidaron mi cumpleaños o cuando nadie llegó al aniversario del hospital?! — Espetó — ¡El problema es que si yo fallo estoy mal, pero si ustedes lo hacen todo está bien! ¡¿A caso crees que esta mierda no duele?! ¡¿Crees que no estoy cansado?! ¡Me cansé, Zael! ¡Me cansé!

𝔐𝔯. 𝔇𝔢𝔪𝔬𝔫𝔦𝔬 (Pɑrk YɑjɑTzɑel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora