Te extraño

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Al llegar a Tatooine, Padmé respiró hondo aquel aire caluroso, desértico y familiar...

Todo estaba lleno de arena, arena seca y Sol ardiente, igual que hace años cuando conoció al pequeño Anakin junto a Qui-Gon Jinn.

Obi-Wan dijo que el maestro Yoda le había encomendado una misión, y hasta no completarla no podría entrenar a los niños, para un poco del alivio de Padmé, que no quería que sus hijos vivieran como el resto de iniciados, que los apartaran de ella hasta que crecieran, aunque no creía que Obi-Wan pudiera hacerle eso, a veces se preocupaba de más por sus hijos... eran todo lo que tenía de Anakin, después de todo.

Su día a día se volvió en cocinar para sí misma, trabajar para ganar dinero y comprar la comida para alimentarse a sí misma y a los pequeños Luke y Leia, quienes con sólo tres meses de nacidos ya balbuceaban y gateaban.

Cuidaba de ellos con ayuda de C-3PO y R2-D2, y escondía su identidad como la ex senadora de Naboo, Padmé Amidala, y su verdadero apellido, Naberrie, adoptando el nombre de la fallecida madre de Anakin, Shmi Skywalker, como propio.

Visitaba a Owen y Beru de vez en cuando junto a los pequeños Luke y Leia, y les explicó muy brevemente, sin muchos detalles, sus motivos para usar el nombre de Shmi, algo que ellos aceptaron con tal de que eso pudiera "ayudarla a salvar a sus hijos y a ella misma".

La excusa que les dió fue simple: el Imperio la perseguía por oponerse directamente a Palpatine el día que el Senado de la antigua República lo nombró Emperador, que la buscaban para matarla por oponerse a una decisión unánime que "traería paz a la galaxia" y por apoyar a los Jedi que eran "traidores a la galaxia".

Ella les dijo lo que había pasado con Anakin, su conversión al Lado Oscuro, pidiéndoles desde el fondo de su corazón que fingieran que no hablaran de Anakin, al menos hasta que ella pudiera contarles a sus hijos la verdad sobre su padre.

Esa tarde, después de haber regresado de trabajar, Padmé abrió la pequeña caja de madera que contenía todo lo que Anakin alguna vez había tenido: su trenza de Padawan, el colgante de padawan de Ahsoka, el sable de luz que Obi-Wan recuperó de Musta...

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Esa tarde, después de haber regresado de trabajar, Padmé abrió la pequeña caja de madera que contenía todo lo que Anakin alguna vez había tenido: su trenza de Padawan, el colgante de padawan de Ahsoka, el sable de luz que Obi-Wan recuperó de Mustafar y el colgante de Japor que Anakin le dio cuando eran niños.

Ella tomó el pequeño colgante y se lo colgó en el cuello, recordando las primeras palabras que Anakin le dedicó cuando se conocieron —¿Eres un ángel?—.

Esas eran unas palabras que ella siempre mantendría en su corazón... para recordar a su amado Anakin como era: un buen hombre, justo y amable.

—Oh, Ani... desearía tanto que pudieras verlos—Dijo mirando a sus pequeños hijos de cuatro meses mientras jugaban entre ellos con sus manos y pies.

Ella sonrió y activó la grabadora en R2-D2, empezó a grabar de nuevo junto a sus hijos, era algo que, cuando Anakin volviera, podría entregarle para mostrarle cómo habían crecido sus hijos poco a poco, y que de alguna forma, él estaba ahí para verlos.

—Leia, Leia "Mamá" ¿Puedes decirlo?—Dijo Padme sonriendo mientras miraba a su pequeña hija a sus ojos marrones.

—Bua... aah...—Balbuceaba la pequeña para tratar de imitar a su madre, pero al ser incapaz de hacerlo, sólo pudo hacer un puchero para mostrar su disconformidad ante su nula capacidad de hablar.

Luke, aunque también quería intentarlo, estaba más atraído al colgante que su madre llevaba en el cuello, y lo tomó entre sus pequeñas manos antes de mostrárselo a su hermana, quien sonrió ante el objeto desconocido y aplaudió con sus regordetas y diminutas manos.

Padmé sonrió y tomó el colgante de las manos de Luke antes de sentar a sus hijos para comer.

Mostró el colgante de madera y lo miró ella misma entre sus dedos —¿Les gusta este colgante de madera de Japor? Su padre me lo dio cuando éramos niños, me dijo que me traería buena suerte...—Dijo ella, mirando el collar con nostalgia.

Después sonrió y miró a sus hijos antes de guardar el collar bajo su ropa —Papá se emocionará cuando vea lo adorables que son, Luke, Leia—Dijo, antes de levantarse y apagar la grabadora de R2.

Padmé alimentó a los niños y, después de encargarse de que eructaran, ella misma empezó a comer, mientras dejaba que Luke y Leia molestaran un poco a C-3PO al jalar un par de sus cables, ante los reclamos del droide.

Cuando tocaron a su puerta, ella se puso a la defensiva... nunca bajaría la guardia, sin importar el tiempo —¿Quién es?—Preguntó ella cautelosa, poniéndose delante de sus hijos y tomando discretamente el bláster debajo de su mesa de comedor.

—Preguntaré de nuevo ¿Quién es?—Dijo ella un poco angustiada, con el bláster envuelto totalmente en su mano, temía que ya la hubieran encontrado.

La persona al otro lado de su puerta suspiró —Somos oficiales del Imperio Galáctico, hemos venido aquí para preguntarle si usted conoce el paradero de Obi-Wan Kenobi, un peligroso fugitivo—Dijo una voz al otro lado.

Padmé suspiró internamente por alivio, y a la vez por preocupación, se ató el cabello lo mejor que pudo, escondió de nuevo su bláster y abrió la puerta —¿Quién? ¿A quién dijo que está buscando?—Dijo ella, fingiendo ignorancia —A Obi-Wan Kenobi—Dijo el hombre vestido como soldado y mostrándole una fotografía de Obi-Wan —Es este hombre—Dijo.

Padmé miró la imagen un momento antes de negar con la cabeza —No, no lo he visto antes por aquí...—Dijo ella.

El hombre quería averiguar más, pues le parecía un poco sospechoso que la mujer hubiera tardado tanto en abrirle la puerta.

La mujer tenía un hermoso par de ojos cafés, pero él estaba más interesado en mirar dentro de la casa de la mujer, donde sólo se encontró un droide de protocolo y una unidad R2, junto a dos bebés pequeños sentados en una alfombra al centro de aquella habitación.

La mujer tenía un hermoso par de ojos cafés, pero él estaba más interesado en mirar dentro de la casa de la mujer, donde sólo se encontró un droide de protocolo y una unidad R2, junto a dos bebés pequeños sentados en una alfombra al centro de aque...

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El trooper no tenía ninguna evidencia de que allí se escondiera Obi-Wan, por lo que se retiró a espera de encontrarlo en algún punto.

Padmé suspiró aliviada cuando se alejó y cerró la puerta de la casa, olvidándose del asunto y jugando de nuevo con sus hijos, quienes se reían, mostrando sus encías sin dientes al hacerlo.

Padmé sabía que buscaban a Obi-Wan, pero también sabía que dejarían de buscarlo dentro de poco tiempo, debido a que necesitaban enfocarse en suprimir cualquier tipo de amenaza contra el nuevo Imperio.

Ella no veía las noticias muy seguido debido a que aún aparecían noticias nefastas y falsas sobre los Jedi, pero había visto algunas transmisiones en las que Anakin aparecía detrás de Palpatine, cubierto por una armadura negra de pies a cabeza, sin falta...

Anakin...

El Emperador había dicho que Anakin lo había protegido de los Jedi cuando estos quisieron capturarlo, y que Anakin ahora usaba esa armadura para que no pensaran que él era uno de aquellos traidores, para demostrar que ya no era más el caballero Jedi Anakin Skywalker...

Padmé dejó de pensar en eso y volvió su atención a sus hijos, sus faros de esperanza después de que Anakin... no, ella no debía pensar en eso, sólo debía recordar a Ani como fue, como lo amaba y, con ello, cuidar de sus hijos hasta que Anakin volviera a encontrar el camino hacia la luz, el camino hacia casa.

Mi ángel ha vueltoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora